lunes, 14 de septiembre de 2009

Hoy no hay política.

USTED

No sé lo que pasa que a mi pasado lo sigo tratando de “usted”.

Quince años.
Quince han pasado.
Donde las muertes brillaron en su presencia masticándome las soledades de inviernos húmedos y paredes que parecían abrazar a mis pesadillas cuando se peleaban contra mis sueños.
Tiempos de furia, alegría, animales y vómitos.
Paredes a las que hombreé gallardamente, empujándolas en un mano a mano que siempre gané.
Épocas de salir campeón, de brindar con vino amigo y amigos con vino.
¿Cuántos cigarrillos me fumé en quince años?
¿Cuántos de esos cigarrillos fueron pertinentes y cuántos desubicados?
¿Cuántas veces sonó ese teléfono cuando yo no estaba y la casa se movió haciendo un esfuerzo monstruoso pero no llegó a atender?
Quince años de telegramas de despido, quince años de timbres que sonaban para traer la pizza, quince años de composición de canciones, textos y personas.
Quince años, acá ha pasado todo.
Quince años, pero acá no ha pasado nada.
Tiempos de puntas de pie, de simular cordura, tiempos de esconderse, de brillar, de apagar la luz, de no dormir, de dormir mucho, de antes de apoyar el pie en el suelo decir “qué vida de mierda” y tiempos en los que la cama me eyectaba con hambre por morder el día.
Años y años de correr al tren de enfrente y nunca llegar, de escucharlo y asumir dos cosas: que se iba y que llegaba el día.
Tiempos de “demasiado tarde” y tiempos de “demasiado temprano”.
Entierros, amigos en la puerta que comían de mi mano y me agradecían alzando la cola y marcando su territorio.
Uno de Nosotros, siempre esperando en la larga fila del hola y el adiós, amuchándose entre pocos por tocar al león del misterio y amaestrarlo al menos por un par de horas.
Una casa souvenir, quince años, nadie se ha ido con las manos vacías de aquí, vamos.
Generaciones enteras, apañando llantos íntimos y risas silenciosas introductorias a la lágrima de la carcajada o el dolor espurio.
Cuántas camisas! Esta casa me ha visto agrandarme en todo sentido, desde ese nene de más que me cuelga de la espalda como un espíritu hasta un ego demencial que siempre me dijo “adelante”, aunque haya fuego, abismos u oro.
Tiempos de impunidad, de humedad, de naturales artificios y de sacrílegos rezos a dioses sin nombre, santos desdentados privados de oro y fantasmas.
Libros, miles de letras que se clavaron en mi corteza cerebral dejando huellitas perturbadoras de límites a los que llegar.
Terrores alegóricos, sillas desvencijadas por el viento del tiempo y mucho pero mucho rocanrol.
Saludables enfermedades sin nombres, pulmones rojos como un amanecer atómico y puertas que se trababan para abrirse cuando algo lo creía pertinente.
Maderas, muebles que absorbían sensaciones y un perro, de mil cien años y una vida eterna por delante.
Esta casa es la cobija artera de los sin nombre, el nicho en el que descansan los gritos de los mudos y los sueños de los que vuelan sin vértigo.
Quince años.
Quince años de descubrirme sólo, de descubrirme rodeado y rehén con la bolsa de dinero ajeno de un ayer impenetrable y falto de diseño.
Lustros aunados en un coro increscendo, aliviado de una canción que nunca termina: el cimiento, aunque se demuela, sigue allí.
¿Cuáles son los fantasmas que atormentan a los fantasmas? ¿Cuánto tiempo dura una pesadilla que nunca empieza? La casa tiene la respuesta.
Quince años de impostada seguridad, de cadenas de papel y caramelo.
Bicicletas.
Muchas, muchas bicicletas.
Ironías con mortajas en un carnaval carioca, una caravana interestelar de comparsas hechas gente y allí, en un rincón, la casa que al amor construyó.
Ladrillo sobre ladrillo, ideales y magia, altruismo y las mejores intenciones de que en este año, todo te salga bien. Saludos.
Cadenas nacionales en un raro color, muchos presidentes, política rimbombante y un espíritu atormentándome diciéndome: ESO NO SE HACE.
Quince años.
Quince años, men.
Eso es una pila.
Quince años de apuntalar un sueño que nunca despierta, quince años de arrinconarte contra la pared, imbécil milagro y decirte que la próxima te rompo el espinazo, como si eso fuera a amedrentarte.
Claro.
Como si el hombre estuviera muy por encima de los designios de quien manda, sea este hormiga, planta o colectivo.
Quince años.
El techo se cae a pedazos pero te la paro de pecho y te la clavo en el ángulo.
Duchas congeladas en veranos, duchas hirvientes en invierno y duchas tibias nunca jamás.
Buscar lo necesario e imprescindible, bienvenidos al almacén de la inflación, donde comprás hoy y mañana comés lo que haiga.
Por esa puerta pasaron tantas personas… que si tuviera un molinete, tranquilamente habría dado las vueltas justas para abrir un agujero negro en el hiperespacio que te deje, sin lugar a dudas,.otra vez acá.

Yo no sé qué pasa con mi pasado, que lo miro y me da la espalda.
Creo que tengo que hablar con mi futuro, arreglar un duelo a muerte entre ellos y mientras tanto, me fumo un cigarrillo de dos con veinte, HOY.

Hs!

3 comentarios:

Graciela dijo...

No se entiende mucho, pero se siente importante. Que sea para bien. Abrazo

Juana dijo...

Al leer cosas así, no sé con qué tupé firmo la entrada.
Claps Juan, muchos.

Ale dijo...

Me hizo acordar a mi propia casa que ya no es, de la que un día me fui y la que al siguiente, literal, ya no quedaban más que dibujos en las paredes "de afuera".

Un lindo bondi que me llevó hasta un lindo lugar.

Agradécese.

sestera (siempre firmaré con la estúpida "palabra de verificación")

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