Mirando a la chica bailar en el caño del boliche que no existe porque no es ni boliche, un poco quizás transpirando algo que no haremos, la chica es tan linda, el caño es tan caño y ella cierra un ratito los ojos y vuela, y vuela y vuela y no sabe hasta dónde putas volará pero a nadie le importa, ni a ella ni a su padre, ni a nosotros que rebuscamos en el bolsillo de atrás del pantalón si alcanzará con estos billetes o si tendremos que pasar por el cajero automático en algún momento de la noche.
Y la chica sigue bailando, el cuerpo más perfecto del mundo, las piernas más largas del universo, esas que si ella estuviera sentada en una nube, podría tocarnos la cabeza con cariño y nosotros sonreír aún más, pero sigue bailando, baila lento, baila mal, qué tanto, pero es hermosa y no nos interesa si esos ojos verdes se los dio Dios o se los dio el oculista o se los dio un cliente hace un rato o hace algunos años.
Y un hombre la escupe, mancha su pierna, rompe el hechizo, quisiera que esté muerto pero recuerdo que si planteo esa secuencia, perdemos todos, y eso no lo queremos, no, perder sin preverlo, perder sin disfrutarlo, perder sin ganar, no, nunca.
Entonces al hombre que escupió se lo llevan unos enormes señores y la chica cae sobre su pasado abatida, hunde sus caras en sus manos y se larga a llorar en silencio y la discoteca sigue de pie, la gente pide una botella más, la chica llora y a nadie le importa, porque ni a ella le importa, por ahí, pero nosotros queremos que baile más, y ella lo sabe y se pone de pie, empieza a bailar con el rictus de la nena que algún día fue y llora mil lagunitas y no la pasa bien pero de algo hay que comer, de todo hay que morir y bueno, eso es lo que hace, no lo que es, o sí.
Nos aseguramos que no tendremos el dinero.
Sigo por ahí, navego en una moto que no tengo, vuelo bajo, (porque abajo, está La Maldad) y entonces me choco con la secuencia siempre horrenda de hombres con candados de barba, con collares, todos flacos, todos musculosos, todos con auto, todos pelados, todos sin imperfecciones, todos sin tatuajes, todos seguramente con las piernas depiladas y levanto un dedo, pero lo levanto en la mente porque soy un cagón y por eso me guardo todo para llegar a mi jodida casa y ponerme a escribir.
Las veo pasar.
Las veo morir.
Las veo perder.
Las veo lamentarse no ser la de al lado en una secuencia infinita entre las dos.
Las veo.
No las veo más.
Ni las veo menos.
El que depositó sueños recibirá despertares, y entonces ahí, pasará quizás un día, quizás un poco menos, quizás un poco más, hasta que se vuelvan a depositar los sueños para recibir despertares, siempre con lagañas, siempre con los pulmones atorados y siempre pero siempre, viviendo vidas prestadas tan bonitas, tan de personaje que siempre esperaremos a ver subir los títulos, el final, la escena después de los títulos y a buscar una hamburguesa que nos dio hambrecita.
2 comentarios:
auto-crítica!
denserio quiere que le diga?
no deposite ni un solo sueño más, le prometan lo que le prometan.
gástelos toditos, cuantos más gaste más se generarán.
y para los soñadores, esa es la mayor riqueza.
es lo que pienso con las tripas, el cerebro siempre hace otra cosa.
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