sábado, 18 de agosto de 2012

Sueño al revés




Sueño al revés, y no quiere decir eso en absoluto, que las maravillas me pasen de día y que la noche esté reservada al espanto del día a día, o del vivir o el del ser hombre, mujer o perro.
Sueño al revés, por cuestiones laborales, cuestiones personales, cuestiones que me rematan y empujan a una nocturnidad tan íntima como sofocante, claustrofóbica y un poquito traicionera.

Un invento de los tiempos, la generación postpop, los 2000 que ya se fueron, el recuerdo de una frase de que moriré y no me daré cuenta, una caricia bien dada, un abrazo a tiempo, las memorias que hemos olvidado y el silencio que reprime a lo que se dice luego de que se dice, dándole la profundidad a la palabra a la que invita una meditación no demasiado profunda, pero sí y siempre, sincera. Al hueso, al hueso, al hueso.

Sueño al revés, y todas las cosas parecen de cabeza y no de pies, y si la vida fuera un fulbito, entonces con la cabeza o con los pies se pueden hacer goles, y sin embargo acá me ves, o no me ves, pero me lees y lo que hago, es escribir un texto que dije que nunca escribiría, un texto que siempre dije que era idiota hacerlo, una abertura o apertura, un corazón de titanio, un pecho inflado y peludo y un grito a la llanura criolla en la que ese grito, no genera susto ni compasión, ni atracción, ni espanto como sí lo generaría un tigre famélico en una peatonal. 
Un grito con algo de patria puesto que todos somos patria, un grito con nada de pedido de nada, un grito, alucinado, histérico, un grito que no pretendo que entiendas, ni que leas, pero que espero, sientas cuando lo escuches y no lo haga ni yo, lo haga alguien que grite cuando grita porque gritar se grita siempre, se grita de enorme alegría, de enorme tristeza, de absoluta soledad, de gigante compañía, de mucha vida y de mucha muerte.

Sueño al revés y entonces la duermevela llega en horarios dispares, las llamadas se extravían, los mensajes esperan en un limbo técno obviamente torpe, las fiestas se adelante al horario en el que uno puede llegar, el rock pasa por la vereda de enfrente, las chicas envejecen, los niños crecen, los perros mueren y los gatos tienen cría y no me despiertan nunca.

Los cuadros se despintan, la comida se pudre, la goma las zapatillas se torna amarilla, los dientes se aprietan, las encías sangran, los celulares agotan baterías, y las abuelas aman un poquito más a sus nietos y nietas y les cuentan cuentos con monstruos, castillos, princesas, dragones y el combate al capital, reversionado hasta el paroxismo. 

Sueño al revés y es algo de varón, porque soñar así es morir así, y así es como uno esperaba que la vida fuera hace exacta y puntualmente una vida: una batalla de letras y cerebro, que se empujan y se discuten hasta que amenamente comienzan a bailar el Vals de la Última Noche y entonces, esa noche es la primera cada vez, hasta que se termina y es la última y así, una vuelta más una vuelta más del vals, una mirada más a los ojos, un pellizco tierno y en buenos términos, un código, la suerte, el lugar correcto y entonces al revés, al revés nada, querido.


1 comentarios:

Anónimo dijo...

HANK,como siempre me dejas con la piel de gallina.HERMOSO POEMA!!
CAROLINA GALARZA

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