Empujame con fuerza, con odio, con vergüenza, con dolor, con sangre, con furia, con temor, con uñas rotas y mal pintadas, empujame como si fuera lo último que hacés en tu vida y empujame para que me muera.
Llamá a gente, invitálos a mirar, pedí a los medios, prendé las cámaras, repartí volantes, anuncialo a los cuatro vientos, poné pasacalles, hacé que ese final sea un momento histórico y que no pase desapercibido porque va a pasar una sola vez.
Empujame, tirame a las vías del tren, asegurate de llevar un revólver y seis balas de punta calada, y cuando el tren pase y me destroce, procurá dispararme en zonas vitales, no dejes ningúna posibilidad de que viva porque por ahí vuelvo y vas a haber perdido la primicia.
Escribí canciones hablando de vos, escribí canciones para cruzarlas con tu voz y escribí una historia vencedora que te acomode al lado del lado que quisieras estar, porque no será fácil y lo sabés, escapar de la sombra de las sombras cuando no hay nada que refleje luz.
Empujame, regalame ese espacio en el aire mientras caigo hacia el ardiente frío de un final anunciado y mientras vuelo, mientras giro en el aire como si fuera un gimnasta, tratá de fulminarme con tus peores deseos, de pretender lo peor para mi caída y de intentar por una jodida vez manejar las cosas con la mente, cosa de que mi nuca sea la primera que golpée con el suelo y crack, todo termine.
Buscale la vuelta al tiempo para que no te apure ni te de demasiada ventaja, hacélo limpio, hacélo rápido y hacélo glorioso: sacame del medio como una molesta capa de polvo y con la facilidad de un soplido limpiador.
Empujame, haceme tropezar, recreá un acto de gran final, armá toda la movida, llamá a amigos y familiares, enemigos y escribientes a los que no les interese pero que seguramente van a querer venir por el bendito morbo de lo que no tiene que pasar hasta que pasa y todos sabíamos que pasaría.
Cumplime con el destino, haceme el favor, y no seas cobarde.
Llevame de la mano hacia una luz enceguecedora que termine de dejarme ciego, golpeame en el oído cuando nadie vea y regalame sordera, cortame la lengua con preguntas puntiagudas y virulentas, enmudeceme, silenciame, mordeme, lastimame y creame imbécil.
Empujame, sin cerrar los ojos, con ambas palmas de la mano.
Empujame, ayudate con los pies para no errar.
Empujame, dame el destino de paria y héroe, castigado y perseguido.
Empujame, pero antes de hacerlo, te pido un favor: tené la plena seguridad de que lo que querés, es empujarme.
H.
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