martes, 5 de octubre de 2010

JAULA ABIERTA III - PREGUNTA

(Tercer texto de los cuatro leídos en la jornada NDM de Jaula Abierta)

PREGUNTA

Desde cada rincón, rendija, línea y agujero de mi pequeña casa aislada una pregunta se repite ralentada, con voz grave, y no me deja levantarme.

Estoy acá, tirado en una cama rancia y agusanada, con hongos que me pican la espalda y generan poblaciones de vidas microscópicas en mi piel y creo que me pesa demasiado el futuro como para poder mover un pie sin reparos, primero uno, así luego el otro, ahí está.

Abro los ojos con toda la fuerza posible que me queda y la luz diáfana que viola mi ventana se clava en mis ojos y me somete nuevamente a la violencia de andar, salir, respirar y otra vez volver a intentar.

Día por día, paso a paso, camino a camino, destinos descartables y esa pregunta, que me atormenta, me deja sordo y no me permite ni siquiera escuchar lo que grito, porque cada vez es más intensa, más fuerte y se convierte en un coro infernal que golpea mi sien como un martillo neumático.

Una pregunta sin respuesta, ahora con voz de mujer, me susurra al oído y no encuentro respuesta porque no la tiene o porque no la quiero encontrar.

Todo llega a un punto de ebullición que me hace hervir la saliva y balbuceo, me agito, me siento encerrado y creo que podría morir.

Pero no pasa. Se hace un silencio, un eterno silencio que dura minutos y escucho a un animal o algo parecido que con dificultad repite y repite esa pregunta que me lleva a acurrucarme en la cama y descubro nuevamente que me puedo mover.

Trato de levantarme, pero sólo el destino, los hongos, el pus de los tiempos y la mala noche me dejan alcanzar una posición fetal bastante absurda.

Grito con todas mis fuerzas y el berrido de ese extraño animal que no veo pero creo oler lo hace más fuerte, lo cual me lleva a la conclusión de que estas preguntas, siempre la misma pero multiplicada, es un producto de mi interior, lo cual no deja de aterrarme y convierte a todo en algo mucho peor.

Ahora no hay más culpables que yo mismo y siento mis oídos húmedos.

Llevo mi mano allí y siento algo gelatinoso, presupongo sangre pero no veo, todo es oscuridad aquí.

Y la pregunta sigue y sigue y se suma un coro de miles de voces espeluznantes, niños, niñas, diferentes animales y distorsiones me preguntan porque quieren una respuesta, una respuesta ahora, algo que termine quizás, el propio sufrimiento sin devolución.

Se hace un silencio aún más largo y con absoluta claridad, mi voz es la que pregunta desde una rendija alejada de la pequeña casa en la que vivo aislado: sí o no?

H.


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