lunes, 20 de diciembre de 2010

EL BOTELLERO.


















Me acuerdo que antes se veían más, ahora menos, pero siempre me acuerdo de los botelleros.
Tipos que iban ahí, después le pusieron "cartoneros" porque no sé, debe ser más chic, pero la cosa es que ellos iban, con su carro destrozado, dandole lonjazos de cuero en el lomo a sus caballos hechos pelota.
Una pena.
Gritaban "BOOOOOOOOOTELLEEEEEEEEEEEEROOOOO".

Y lo que veía siempre era lo mismo:
un tipo al mando, con un carro lleno de boludeces atrás.
El caballo siempre con los ojos tapados a los costados, siempre para adelante.
El caballo, o la yegua, es igual.
La cosa es que iba e iba.
No es poco loable que el bicho vaya.
O que venga.
Que el animal ese avance, aún cuando lo cagaban a golpes, está bueno.
Porque igual al rato, el botellero, les daba algo para papear entonces el caballo avanzaba ahí, medio ciego, sin perspectiva, pero bueh, al otro día le daban un cacho de comida entonces la vida se resumía a eso: laburar para un hombre, ayudarlo a sumar cosas a su carrito y listo.

Un día ese caballo se moría, e iba el botellero y conseguía otro burro y a la mierda.
El carrito se seguía llenando de cosas y el botellero seguía comiendo más o menos todos los días, sentadito ahí, con su gorro, un cigarro y a veces, el hijo corriendo al costado.

Como los basureros.
Levantando cosas.
Corriendo como locos.
Pero bueno, ahora cobran bien los basureros.

A veces, no siempre, a veces, me da una bronca ver que esos carros pueden ser una analogía de la militancia, que el caballo empuja pero empuja nada más que por donde ve y porque le dicen, que el botellero acomoda cosas arriba de su carrito y por ahí se lleva un ventilador que sale 100 pesos pero lo desarma y lo vende como bronce a 10 pesos y entonces lo que debía funcionar como viento termina funcionando como clavo, que me dan ganas de largar todo a la mierda y ponerme un blog de, no sé, opiniones importantes sobre temas importantes.
Y a veces me acuerdo de Mario, un botellero que vivía enfrente de mi casa, que tenía un caballo al que siempre le supuraban las patas y que él le pegaba para meterlo ahí en la casa.
Y que un día el caballo le pegó una patada en el pecho y que todos nosotros en la cuadra pensamos que se lo merecía, por pelotudo y choto.
Eso, nomás.


Ah, perá, a vos que llegaste acá esperando algo medio sesudo, te tiro la revelación que pensé la semana pasada: Filmus es un tipo con una gestión más que interesante, un armado pulenta, pero sin carisma, casi.
Boudou es un tipo con un carisma enorme.
Por ahí, quién te dice, en una "nestoreada" genial, tiraron lo de Boudou para que todos lo plantemos en nuestras cabezas, que todos digamos "y bueh", que algunos recuerden que a veces hay que tragarse sapos (crudos, no, eh) y que entonces lo creamos posible.

Y sí, el porteño sigue siendo tan boludo como la semana pasada.
Entonces por ahí, quién te dicen, la fórmula queda planteada en un Filmus-Boudou y todos contentos, los peronistas, los de la Ucedé, los Chicago Boys, Redrado, Alberto Fernández y sí, este es el golpe de efecto final del posteo: también estarán contentos los botelleros.

1 comentarios:

Pía dijo...

lo del porteño boludo me lo llevo para mi estado

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