Qué estoy o que no estoy, es tan indistinto.
Que fui o que seré, que seremos o que no serás.
Que un rincón lleva el nombre de un perro.
Que una cornisa está dibujada con el dedo manchado de dulce de leche de un chiquilín barbudo.
Que los colores se convierten en almohadones horribles, pero no son mis almohadones.
Que una risa deja un eco adentro de un baño tan particular que suena en canon.
Pero por eso te digo, qué te voy a contar, yo.
Si jamás hubiera visto que el forro de esa silla, y esa silla sin forro, y ese forro sin forro y ese forro sin silla y esa silla de forro, me parece una forrada.
Porque de una u otra manera, todo lo que falta y lo que vendrá, tiene la cara torcida, circular, derecha, un puntito: es un enorme signo de interrogación, en la sinuosidad de destinos que nadie, pero nadie, jamás, va a poder decirte.
No?
?
Vos, che, eh.
Nada está escrito, nada.
Y tampoco es que se escribe ni ninguna monserga de esas de cafetín nocturno.
No.
Todo pasa.
En todo sentido.
Pasa porque pasa.
Pasa porque sucede.
Pasa porque deja de pasar.
Pasa porque ya no pasa más.
Pasa porque lo hace delante de tus ojos.
Pasa porque pasa, cortita.
Qué podría decir de un espacio reducido a una nada que no es nada por no ser, sino porque es relativo, porque es un acontecimiento similar a la muerte de un anciano en África y porque al final, no se amordazó lo suficiente el secuestro sentimental y la verdad, siempre, acompañando a la justicia divina del Dios más cruel, el único, vino él, con su tijerita de sucundún y te dijo: levántate y anda.
Y andamos.
Y anduve.
Y ando.
Y andás.
Y andaremos por toda esa rutina de vivir y morir en Buenos Aires, de saltar y sangrar, de gritar y enmudecer y de ser o no ser, a sabiendas de que no es esa la cuestión, no es la del ser, sino la del vivir o dejarse vivir.
Así las cosas, los cosos, los quesos y la sempiterna sensación de que algo hay, muy hermoso, muy sano y muy humano, en fracasar.
Y todos esos recuerdos de un futuro, todas esas ausencias, esos espacios vacíos, van a ser llenados por diferentes recuerdos, por diferentes futuros, por diferentes pasados, por tanta cosa diferente, que lo único que le pido al tiempo, es que nosotros, al final y como al principio, sigamos siendo los mismos.
Au revoir.
Aprovechemos los segundos, porque vamos a morir.
Morirás.
Moriremos.
Moriré.
Llegó la hora de pegarle el mordiscón a la vida, como antes, como iba a ser, pero conscientes de que cada segundo que perdamos, alguien más lo va a estar aprovechando.
Babosos.
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