martes, 15 de diciembre de 2015

nuestro mejor momento


En algún momento iba a pasar.
En algún momento íbamos a perder y les aseguro, hermanos y hermanas, que no hay mejor momento que éste para que lo que creemos tragedia, suceda.
Hace algunos días, en la Exma, antes de que hable la Presidenta, las Abuelas miraban a los compañeros y compañeras cantar. Me detuve un largo rato mirándolas: ellas cantaban felices, sonreían, luminosas como la vida, como siempre, arengando, moviendo los brazos, con la fuerza que nace desde abajo de la tierra hasta el cielo y más allá, y más claro que nunca no entendí, sino que ví y viví que perder es otra cosa.
Todo lo que nosotros creemos que puede ser una tragedia, es el simple devenir de una patria tan joven, torpe y hambrienta de vida como la nuestra; no es maniqueo evaluar que nuestros tatara bis abuelos fueron los que forjaron la patria, porque recién estamos cumpliendo doscientos añitos en una civilización que tiene muchos miles y miles y miles.
Entiendo que hay cierto sector militante que se pone muy emocional, que quiere que algo o alguien le de un abrazo hasta que vuelva Cristina, pero ella ya lo dijo, reduciendo la máxima peronista de que mejor es hacer: no fue magia.

Las cosas no “suceden”.

Nada en el país “pasa”.

Es una enorme falta de respeto a todos los y las que nos precedieron, a quienes fueron asesinados o asesinadas, a quienes hicieron desaparecer, a quienes se murieron de viejos o que simplemente se murieron. Todos esos hombres y mujeres que caminaron nuestro camino, se merecen algo más que una multitud pasiva, desgarrada y expectante, una reunión inmensa de meros veedores de la realidad, como si la política fueran los demás y al país se lo fuéramos a regalar a cualquiera para que lo destruya. La patria es el otro, sí, pero es mía. Es tuya. Y también es de los malos.

Deconstruir a todo lo bueno y convertirlo en algo malo, es la tarea hercúlea que con probado éxito ensayan desde los medios amigos del neoliberalismo hace casi doce años, desde los voceros mediáticos y famosos multipremiados que se rasgan las vestiduras en un honestismo del que carecen y que son, mis queridos compañeros y compañeras, los primeros que se van a meter debajo de la cama para decir “yo hice lo que creí correcto” (y ya más de uno lo ha hecho, radicalizando su discurso en un helicóptero de fantasía hacia un lugar más cómodo).

Una suerte de obediencia debida a una responsabilidad que para esos y esas es un juego, un entro y salgo, una red social, un almuerzo con lo más retrógado y fascista de los medios vernáculos.
Urbanitas nacidos en lo mejor de la patria (cualquier provincia menos Buenos Aires) en aburridos noticieros que aburridos de comentar sobre la ciencia que también les resulta aburrida, (ciencia que hacen los demás), devinieron en voceros de una derecha ultrajante para las pieles más curtidas, en un cotillón berreta en forma de notas o columnitas en Perfil o twits o magazines del mediodía, de un fin de fiesta que ellos celebran porque su misión fue cumplida. Vómitos babeantes absolutamente objetivos convertidos en “investigación” que denostan a todo lo que se parezca a la cosa popular, al asunto peronista, a sus propios trasuntos mentidos sobre lo que jamás, nunca, en sus grises vidas serán: amados por multitudes, apoyados por los humildes, seguidos hasta el final que nunca llega por aquellos y aquellas expulsados de cualquier sociedad que no combate al capital.

De todos esos, que trabajaron de escribir contra algo, es el malogradísimo final eterno y el olvido.

Faltan unos, sin exagerar, cien años más de peronismo, ganando y no ganando, de traje o en cueros, en una banca o construyendo cuadros para esas bancas, para que alguien pueda decir que algo tan lindo se terminó: el peronismo no puede desaparecer, nunca, porque no es un movimiento político. Es una filosofía de vida. Que a los más gorditos, pálidos y blancos de alma, les molesta mucho.
Y definitivamente no alcanza (nunca alcanzó) con poner los brazos en jarra y decir “Qué barbaridad”: eso se lo dejamos a ellos, que exentosdedignidadmanoseanabaratanymenosprecian a las masas, señalando con sus huesudos dedos desde la brutalidad más salvaje posible, oculta detrás de hermosos anteojitos de carey y sonrisas finas con gusto a sushipán.

No veremos jamás a los “voluntarios de la alegría” caminar junto a los humildes, pero si nosotros no nos movemos, los humildes se quedan solos y solas, como tantas veces pasó, como les mienten tantos (incluso fuego “amigo” de un grupo oscuro que se va o encaramos con sus cabezas) que es su destino de paria.

Videla dijo que su peor momento llegó con los Kirchner.
Yo digo que nuestro mejor momento llegó con ellos, y con ella.

O hacemos al país, o dejamos que lo hagan los demás.

¡A militar y viva Perón!


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