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viernes, 23 de enero de 2015

vení





Apenas explotó la muerte de Nisman, todos nos quedamos callados, helados, petrificados, asustados y sin saber qué carajo acababa de pasar.
Nisman, un personaje que declaradamente estaba en contra de CFK y el Gobierno, había metido una denuncia gravísima acusando a a tres funcionarios del gobierno como encubridores: la Presidenta, el Canciller y un Diputado.
Todos nosotros durante la semana y el fin de semana, habíamos pedido a los gritos, en las redes, formalmente y como pudimos, que la declaración que el Fiscal iba a dar el lunes sea pública, preferentemente por Cadena Nacional.
Porque nosotros queríamos saber todo: nosotros el pueblo, nosotros militantes, nosotros el FPV, nosotros funcionarios, nosotros la Presidenta.
Y así pasamos de los gritos al silencio.
De querer saber todo, a entender que no sabíamos nada.
De considerar poderes a los poderes a conocer al macabro y oscuro poder real actuando en nuestra cara, de frente manteca. Corta la bocha.
Fijate: desde que encontraron a Nisman muerto, no hubo más hechos de inseguridad, no hubo más aumento en los supermercados, tampoco hubo más boom de vacaciones, no hubo más escándalos en la costa en las comedias teatrales picantes, no hubo más Patria o Buitres, no hubo más Lear, no hubo más accidentes, motochorros, secuestros, el caso de Lola no importó más, lo de Benedict menos, se escondió que a Lázaro Báez le desestimaron una denuncia en Suiza, y el mundo siguió girando, el planeta tardó un par de días en hacerse eco real de la gravedad de la noticia y no mucho más.
Todos hablamos de Nisman. Los que opinamos hablamos de Nisman, y los que opinan habitualmente y no opinaron más de este tema, opinan más aún sobre lo de Nisman.
Que no es ni "lo de Nisman".
Es asunto tuyo.
Es asunto nuestro.

Podríamos estar jugando hasta el hartazgo (mentira, nunca nos hartamos de querer llamar la atención, nosotros, en tanto "nosotros los humanos"), acerca de qué pasó, cómo sucedió tal o cual cosa, develar el caso, hablar de policiales, comentar cosas con ínfulas y vocabulario académico, "investigar" como investigan muchos periodistas, leyendo cosas en Twitter y luego repitiéndolas como si las hubieran detectado ellos, leyendo teorías y fundamentalmente, eso que tan bien nos sale: encontrando culpables.

  • Se sugirió que fue "El Gobierno": a nadie le afecta más esto, que al Gobierno. Si se descubre que lo que sucedió fue un asesinato, y aparece una persona confesando, para la opinión pública, ese hombre al que mataron lo mataron luego de acusar a la Presidenta y el hombre que confesó lo hizo bajo presión del Gobierno.
  • Se sugirió que fueron "los servicios despedidos": esto también, le afecta al Gobierno. Por más que este Gobierno haya sido el que pasó a retiro al elemento "Jaime" Stiusso, quien estaba desde 1972 en las fuerzas de inteligencia, y que quizás ello haya desatado algún resorte, las agencias de inteligencia son parte de "El Gobierno" para la opinión pública, por más que las agencias de inteligencia de todo el planeta le responden nada más que a sí mismas. A eso muchos lo llamamos el Poder Real, por más que algunos supongamos o entendamos que detrás de cada poder real está siempre, pero siempre, clavado, Estados Unidos. En Estados Unidos las agencias de inteligencia se manejan con una autonomía pasmosa, que siempre pasa por encima de los gobiernos que van y vienen. Vaya como recordatorio, el siempre estimulado caso de Kennedy que se cree, entre tantísimas otras probabilidades pero como la más fuerte, que quien mató a ese hombre fueron "los servicios". Los servicios son seres oscuros, que manejan mucho dinero, que manejan más que dinero, información y la información es poder. Todo lo que haya hecho alguien relativamente visible, estas personas lo saben. Y así como es importante tener agentes de inteligencia, es importante tener policías. Y bien sabemos que en muchos casos, la delincuencia existe porque existe la policía. Así las cosas, el sentimiento de indefensión de la "gente común" ante la voluntad de hacer daño de estas personas, es enorme.
  • Se sugirió que se había suicidado: por ahora y el por ahora en estos días corre como bronce fundido, nada indica del todo que no haya sido un suicidio. Por ahora y lo que sabemos las personas de a pie, es que el tipo se murió. Aún si el tipo se hubiera suicidado, esto también afecta al Gobierno: el hombre denunció al Gobierno y su cadáver señala a gritos a los denunciados. Haya muerto como haya muerto.
  • Se sugirió que fue un suicidio inducido: hay múltiples maneras de inducir un suicidio, y nunca son como muchos creen como en las películas de recontra espionaje que te mandan un chip en el cerebro y luego mediante ultrasonido(?) te dirigen. Pero todos leímos novelas y todos queremos ser protagonistas. Así es que pueden haber llamado al hombre a un celular y haberle dicho que su familia estaba amenazada, haberle hecho escuchar a algún familiar para demostrárselo y haberle dicho que se pegue un tiro ya o le mataban a ese familiar. Si así hubiera sido, esto también afecta al Gobierno.
  • Se sugirió que hay algo pasional con quien le dio el arma, este tal Lagomarsino: el entramado pasa de policial a culebrón. No obstante, si así fuera, también afecta al Gobierno.
En cualquier escenario, y podríamos estar tirando postas durante dos semanas, esto afecta al Gobierno: si lo mataron o se mató, el timing fue preciso. Un día después de declarar o en el mismo día de declarar, una muerte o un suicidio del fiscal,  habiendo presentado unas denuncias muy flojas que a lo sumo, pueden involucrar muy lejanamente a dos o tres personas que no tienen relación con el Gobierno con una operación de calibre internacional, no hubiera tenido el mismo impacto que hacerlo antes. Hay algo que es un dato duro: alguien mató a Nisman. Puede haber sido él mismo, o puede haber sido alguien más, pero en cualquiera de los casos, es una muerte que impacta directamente en el Gobierno, y una muerte que, otro dato duro, no fue bajo ningún concepto accidental.
Hace algún tiempo recuerdo haber comentado (no recuerdo dónde), que para que se realice el mal, sólo es necesaria la voluntad.
Un hombre que decide fríamente cambiar de mano en una ruta para chocar a un micro. Hasta que lo detienen.
Un hombre que decide fríamente salir con un cuchillo, entrar en una discoteca y acuchillar a diez personas en silencio. Hasta que lo detienen.
Una mujer que tiene un arma, que se para en Cabildo y Juramento y vacía su cargador en la gente que viene y que va. Hasta que la detienen.
Una mujer que decide en cualquier acto con público, disparar y disparar.
Este tipo de análisis barato y de café, necesariamente nos implica en el remanido escenario de la inseguridad: el mal existe, y no siempre es culpa ni del Gobierno, ni de la policía, ni de las fuerzas del orden. La voluntad te invita a hacer el bien o no hacerlo, a hacer el mal o no hacerlo. Y seguramente para cuando quien te tiene que detener y controlar lo hace, es demasiado tarde. Pasó ahora, pasa desde que el tiempo existe.
¿Podría haberse prevenido algo como lo de Nisman?
Claro. Por eso tenía tantas custodias.
¿Hubo alguien que tuvo la voluntad de descuidarlo? Quizás. ¿Hubo alguien que tuvo la torpeza de descuidarlo y en ese interín se atentó contra la vida del Fiscal? Quizás, pero sería demasiado.

La denuncia, fue contra el Gobierno: sigue en marcha, todo el material sigue adelante, y los que la leímos, podemos creer o no que está floja. Uno no es abogado, pero la nota endeble a simple vista.
La muerte de Nisman, fue contra el Gobierno: el daño no está del todo hecho, porque la operación real recién empieza. Recién empieza la instalación mediática en personas de buena fe, acerca de que el Gobierno fue el que se cargó al Fiscal. Recién empieza la instalación mediática de que los funcionarios se contradicen, sugiriendo que si se contradicen, es porque están ocultando o mintiendo, siendo que la Justicia que es quien está investigando y liberando o encontrando información, en un país como el nuestro con un sistema como el nuestro, no depende del Gobierno. Y de hecho, está abiertamente enfrentada con el Gobierno.

Este atentado (me permito llamarlo así), es contra el Gobierno.
Y bien bueno sería que todos y todas comprendamos que si el Gobierno se cae, se cae el Estado (que somos todos, y no el Gobierno).
Yo no tendría problemas en perder una elección por inútil, o perder una elección por haber administrado mal los destinos de la Nación. Yo no tendría problemas en perder, aunque lo odio. Yo no tendría problemas en dar la batalla en todos los frentes políticos. Pero perder una elección porque se asesina, no son mis códigos. No son las lides de la arena política que uno eligió.
Y fundamentalmente, no es justo.
No es justo que por culpa de un asesinato a un Fiscal, se pierda la visión sobre lo que es la Asignación Universal por Hijo.
No es justo que por culpa de un asesinato a un Fiscal, se pierda la visión de las jubilaciones.
No es justo que por culpa de un asesinato a un Fiscal, se pierda la relevancia histórica de los trenes nuevos.

Y aquí es donde debemos ver que no es justo que por un asesinato de un Fiscal, quien pierda no sea el Gobierno, sino las personas que perciben estos derechos adquiridos que ejecutó este Gobierno.
Eso no es justo.
Y nadie de buena fe puede estar de acuerdo con ningún movimiento que esté por fuera de cualquier situación democrática.

Dicho esta enorme, enormísima introducción, me quiero referir a otra cuestión.
Siempre dijimos que si la tocan a Cristina, qué quilombo se va a armar.
Acá no sólo están tocando a Cristina, sino a lo que ella representa: todos los que militamos, creo, sabemos que Cristina es la Jefa, pero no militamos por ella sino con ella. Ella es la que representa lo que nosotros queríamos, lo que nosotros hacemos. Ella es la que nos dice para dónde ir. Como fue con Néstor, es con ella. Como fue con el General, como fue con Evita.
A Cristina y a todos nosotros, la tocaron y nos tocaron cuando murió Nisman: no antes, no con esa denuncia. Cuando murió Nisman.
¿Es este el momento para ser más kirchneristas que nunca? ¿Es este el momento para salir a militar con más fuerza, tratar de sumar compañeros, contener a otros y hacer un frente enorme común?
Por supuesto que sí. En las buenas estuvimos siempre, pero en las malas, entiendo que también.
Y nunca estuvimos más en las malas que con todo esto que nos están tirando: un muerto, una operación posterior comunicacional infernal y todo lo que vendrá en los próximos días. Quizás sea demasiado incrédulo, pero me da la sensación de que recién empieza el golpe DURO.
Tenemos una jueza antik, una fiscal con pocas luces y unos agentes de la ley distraídos.
Tenemos otros errores.
Tenemos a mi entender, un error comunicacional bastante grave, que es la no aparición de Cristina en vivo. Yo quiero que Cristina hable. Yo querría incluso, que se ofrezca a dar una conferencia de prensa en Casa de Gobierno, sin límite de preguntas ni temas. Porque yo confío, tanto como confiamos tantos, y tanto como confiaron muchos más antes de que las papas quemen.
Si fuera exagerado, querría incluso que Cristina sea la que hable todas las mañanas, en lugar de Capitanich, mientras esta tremenda operación está en marcha.
Yo quiero eso, y creo que muchos y muchas lo necesitamos.
Correrse, hoy, del apoyo, o de la militancia, o de la inclaudicable lealtad que nos caracteriza, es lo más cómodo posible: nunca necesitó más Cristina de nosotros, y nosotros de ella.
Esto, es ahora.

Vos, que te alejaste hace un tiempo porque te jodía Milani, volvé.
Vos, que te alejaste hace un tiempo porque no te gusta Scioli, volvé.
Vos, que te fuiste porque Berni te parece un mamarracho, volvé.
Vos, que das el apoyo pero con críticas, guardá las críticas hasta más adelante, y vení.
Vos, que estás enojado por Monsanto, sabé que si algo se cae, todo lo malo sube.
Vos, que desde la comprensible y perfecta comodidad de tu hogar siempre apoyaste al proyecto, vení a poner el cuerpo y las manos. No te va a pasar nada malo, y todo está bueno en la militancia.
Vos, que te fuiste porque te ofendió el cambio de posición del Gobierno respecto a Bergoglio, vení de nuevo.
Vos, que estás cansada, vos, que te pusiste de novia, vos, que tuviste un hijo, vos, que te enojaste con tu referente, vos que te quemaste con Insaurralde, vos que te engranaste con un compañero y lo odiás, vos, que odiabas a tu agrupación, vos, que te enojaste porque se fue Moreno, Garré y quien sea, volvé.
Por todo eso que te hizo estar cerca.
Por todo ese pueblo que te creyó que nunca te ibas a ir.
Por todos esos niños y niñas que todos los días te esperan y que no leen el diario.
Por todas esas Madres y Abuelas que nunca bajaron los brazos.
Por todos esos desaparecidos y compañeros y compañeros caídos.
Por todo el futuro que tenemos enfrente.
Por todo lo que falta.
Agarrá la remera de tu agrupación, levantá bien altas tus banderas, porque nada, nunca, nadie, ni la muerte, nos frenó.
El barrio te espera.

VENÍ.










lunes, 31 de marzo de 2014

el opositor que odia



El opositor que odia suele decir cosas tremendas, referidas a muerte, matar, asesinato, y rematarlas con un JAJAJA en las redes o un jejeje si lo verbaliza.
Por lo general en las redes sociales su foto de perfil es clara y concreta: una persona de bien, firme, macho o hembra, sin dudas.

Si al opositor que odia podemos enfrentarlo cara a cara, no nos mirará a los ojos, sino que mirará hacia un costado con desdén, con asco, sin sostener una discusión: seguramente, dirá que Néstor no estaba en el cajón, que un pariente de ese opositor fue o un médico o un militar o alguien muy importante que estuvo en el preciso instante en el que ese cajón con el cuerpo eterno de Néstor, o subía al avión o bajaba de este o entraba o salía de la morgue. Nunca jamás el opositor que odia te asumirá su fuente, que no es otra más que un comentario de una red social o un portal de noticias.

El opositor que odia pide mano dura, durísima, y justifica lombrosianamente cualquier actitud contra una persona que tenga gorra, zapatillas y pantalón deportivo: si esa persona es Carlos Tévez o algún futbolista, será excusado de acusación alguna, salvo que se trate de Viatri o de Migliore.

El opositor que odia no desarrolla su intelectualidad en blogs porque no le da la espalda ni la mano para poder escribir más de cinco renglones con alguna coherencia y sin una K grande, pero sí en perfiles personales o simulaciones: puede usar nombres falsos y fotos que muestran el lado oscuro más oscuro de su oscura cabeza. Una foto de Hitler, de Videla de algún militar o de cualquier cosa que refiera, sí o sí, a la antipolítica. Puede también usar algo relacionado a la rebeldía institucional, una imagen punk, anárquica, o el amable "que se vayan todos", más cerquita del payaso del troskísimo Cabra de Las Manos de Filippi que de Gustavo Cordera: dos personas insertadas hasta el tuétano en el mainstream, pero que odian al mainstream y se odian entre sí, por dinero, muuuucho dinero.

El opositor que odia tira postas: cree efectivamente que llegó a una conclusión y acusa investigación a la revisión diaria de portales que comercializan humo, como La Política Online, Clarín, Seprin o La Nación. Lee todos esos pasquines y luego escribe como si fuera él mismo el que se dio cuenta de alguna verdad tremenda. Mide su prestigio en "me gusta" del "fei" o en "compartidos", "compartidos" que habitualmente, se hace a sí mismo desde otros perfiles falsos que tiene.

El opositor que odia puede ser y será embelesado por un candidato que diga algo parecido a lo que piensa, sin el nivel de brutalidad con el que suele tipearlo: se diferencia así el animal del hombre, pues el animal podrá seguir rumiando sus verdades en las redes o en los taxis, sabiendo que ahora hay alguien que representa sus sueños sin mancharse las manos de sangre, diciendo eso pero actuando de otra manera, cuando sea el sacro momento.

El opositor que odia dirá que democracia también es echar a la Presidenta, matar a la gente por la calle y desobedecer civilmente a cualquier mandato de la ley: el pueblo decide, según él.

El opositor que odia tiene fotos del casamiento de algún pariente en su Facebook: usará una de esas fotos en su perfil durante algún tiempo. Esta foto puede ser también de alguna reunión familiar de celebración: mostrará así que es humano, y derecho, como todo argentino bien nacido.

El opositor que odia veía con agrado a Bergoglio, con mucha alegría a Francisco, pero cada vez que ve que se reúne con uno o una que no le agrada, piensa que Francisco es Bergoglio y que se vendió, porque si hay algo que es el opositor que odia, es cristiano, pero cristiano bien, católico, como antes, cuando se podía jugar en la calle y tomar mate sin que te maten por un celular o por diez pesos.

El opositor que odia maneja la filosofía de la justicia del modo más maniqueo posible: es justicia que maten a un ladrón, no es justicia que metan en cana a un asesino que mató a otro asesino, y así. Es justicia que le peguen a un chico por robar 100 pesos, y es justicia que una empresa evada cientos de millones de pesos y no suceda nada, porque esa evasión no le importa a nadie, y el ladrón le robó 100 pesos a un trabajador.

El opositor que odia piensa que todos los militantes son negros, roban, trabajan en el estado, se drogan y comen choripán como dieta única, al tiempo que considera que todos los militantes fornican animadamente para engendrar a otros militantes y que Cristina les pague por tal innoble motivo.

El opositor que odia quiere que no haya subsidios, pero cuando deja de haber parcialmente subsidios, siente que todo está peor o que fue tarde o está mal. El opositor que odia quiere que pase algo y cuando pasa, siente que está mal porque es electoralista o ahora ya es demasiado tarde y entonces alguien tendría que ir preso, porque sí.

El opositor que odia jamás le levantaría la mano a nadie, pero si ve que en las noticias mucha gente le pegó a alguien que robó, lo alienta. Llegado el caso de verse a sí mismo en una situación así en el mundo real, posiblemente sacará su celular para sacar una foto, luego dará una patada no muy fuerte y luego gritará algo referido a la justicia y a la piel de la persona que robó, para finalmente devolver en las redes sociales una odisea heroica en la que hará mucho más que lo que en verdad hizo.

El opositor que odia usa muchos, realmente muchos adjetivos, sobrenombres y juegos de palabras para dirigirse a la Presidenta o a cualquier persona del gabinete, por lo general, en primera persona, en una suerte de tribuna popular y/o lapidación pública.

El opositor que odia tiene buen pasar.

El opositor que odia, odia mucho, escribe enojado, es fácil hacerlos enojar más, simplemente, hablándoles bien, con corrección y amabilidad.

El opositor que odia considera que La Cámpora son todos bobos, Vatayón todos presos y las demás agrupaciones son La Cámpora, incluída Vatayón.

El opositor que odia no leyó bajo ningún concepto el anteproyecto del código penal, pero está abiertamente en contra y puede sostener una discusión prolongada, además de haber firmado en contra del mismo.

El opositor que no odia, puede convertirse en el opositor que odia.
Depende de todos nosotros y nosotras, terminar con ese flagelo.