


Persigo a un silbido, mientras camino la noche, de un hombre gris y blanco, alejado, que exhala una canción que desconozco pero que, estoy seguro, me suena de algún lado.
Lo veo a cien metros, con su enorme sombrero negro, un saco de cuero hasta las rodillas y entre él y yo, está únicamente el sonido de sus pies en la calle y ese silbido.
Esa melodía me atormenta, principalmente porque me recuerda a todo mientras me hace olvidar de todo y sigo, como si estuviéramos en Hamelin y allá, lejos, la canción se repite, termina, vuelve a empezar y se mezcla con el humo del cigarrillo de ese hombre que camina y fuma y silva y se empieza a perder en la bruma de mi propio recuerdo.
Se detiene en una esquina antes de cruzar, el tiempo necesario para que yo sienta que fui descubierto, más, eso no sucede, y mientras me encargo de ocultar mi rostro, mirando hacia abajo y al costado, veo, en un tacho de basura municipal, un enorme ramo de rosas recién regalado, recién tirado, recién perdido: el rastro de un amor trunco, de una conquista fracasada o de una reconciliación que no ha sido exitosa.
Me pierdo medio segundo, recuerdo a éste corazón vencido y sin recambio, ahogo alguna idea extraña y vuelvo a escuchar el silbido.
Alejado.
Y no veo al hombre.
Acelero mi paso, siento a un sudor imaginario en mi frente concreta y doblo la esquina: allí está. El hombre sigue caminando con las manos en el bolsillo y ahora no hay volutas de humo en su alrededor. No está ese halo tóxico dándole el marco que hasta hace instantes tenía el cuadro, completo. Lamento perder un poco de poesía pero cada paso que doy, conforme mi pie toca el suelo, me devuelven a la realidad de ser una persona y no un cuento, entonces sigo caminando, sin parar. Y escuchando el silbido.
El hombre entonces, que sopla la canción que conozco y no recuerdo, se detiene en el umbral de cualquier casa. Yo, algo perdido, bastante alborotado, me apego a un árbol grande, anciano y desde allí observo.
Observo al hombre sacar un papel de su bolsillo, de atrás de su pantalón también oscuro. Lo lée. Me pregunto qué dirá allí. Me pregunto cuál será la canción. Y me pregunto qué estaré haciendo yo ahí o que tendría que estar haciendo.
Pasa un auto a mi lado, lento, como patrullando. Los vidrios empañados devuelven misterios. Agudizo mi vista, achico mis ojos y descubro que quien maneja es una mujer. Ella me mira fijo: es morena, ojos verdes. Una boca ardiente, roja, sonríe. Tengo que, necesariamente, mirar a otro lado. Y descubro, mientras el auto avanza, que el hombre ya no está.
El auto dobla en la esquina y cuando lo pierdo de vista, escucho una acelerada pronunciada, un chirriar de gomas en la calle y un motor, cada vez más lejano.
Camino hasta el umbral.
El hombre ya no está. Miro la puerta de la casa. Amago a tocar el timbre pero me reconozco imbécil y cobarde. Apoyo, en cambio, mi oído en la puerta.
El ladrido de un perro aparentemente enorme, desde adentro, me obliga a saltar hacia atrás.
Camino rápido, yéndome.
Y recuerdo la canción.
La candidata presidencial de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, fue categórica con el presente político de Cristina Fernández tras el fallecimiento de su marido, el ex presidente Néstor Kirchner, y en especial por la utilización que la jefa de Estado hace la expresión bíblica "El".
"Cuando uno en un país pregunta por "El", si uno en Israel habla de "El", si uno en Roma habla de "El": en cualquier lugar del mundo donde uno hable de "EL" habla de Dios salvo en la Argentina que cuando hablamos de "El" hablamos de un corrupto que murió”, sostuvo la diputada de la CC. "'El' es un corrupto que murió. ¿Quién es "El"? El Gordo Valor. Esto es terrible", agregó. En una entrevista con Gerardo Rozín, por C5N, Carrió aseguró que en nuestro país "el Peronismo es el poder, pero un poder corrupto que finalmente aniquila a la Patria", expresó.
A su vez, cuando el conductor le preguntó si era conciente que esto podía herir la sensibilidad de los seguidores del kirchnerismo, se sinceró: “Por supuesto y lo siento mucho, pero hay que empezar a decir la verdad porque si no nadie se sana, nadie se cura”, lamentó Carrió.
“Salgamos a la vida. En todo caso, la gente tiene que votar a una presidente no a ‘la viuda de’, ‘al hijo de’, es todo terrible. Tenemos que poder superar, poder salir a la vida, tiene que florecer este país”, cerró.
De lo cual desprendemos qué:
La porquería fracasada de aspecto levemente humano, vestida con la cicatriz de las heridas y atuendos burdos, no comprende y eso la hace perderse en esos laberintos pelotudos de la desesperación y los espantajos, que acaso para muchos justamente, es cien mil veces más tangible hablar de una persona real que nos habló, nos guió y nos enseñó, que hablar de Dios.
Que muchos, por otro lado, dicen "Él" y se refieren, en efecto, a Dios.
No alcanza a entender que Dios, SU Dios, es amor.
Que ella misma, la infumable bolsa translúcida de orines que presuntamente sea por ello su tonalidad epidérmica de color ambarino, es la que dice que todos lo llaman así.
Que mucha votante de peinado alto, englobado, canoso y rodeado de aros, oriunda de Barrio Norte, también es viuda y tirarse de éste vil modo encima de quizás, la viuda más importante del país, le restará votos, dándole un rotundo "menos algo".
No descubre que no aparecerá, ella, o mejor dicho, éste testículo febril feminoide de aspecto porcino, jamás en libro de historia alguno.
En ese pedazo de cabeza de toro o espécimen vacuno, en todo lo antiestético y pobre de espíritu que recubre a un alma tan golpeada por el sinsabor del auténtico fracaso, no penetra, como nada lo hace, la idea genuina de alguien hablando de amor.
Tampoco lée que el relato para nosotros, es una hermosa historia de amor a muchas, muchisimas y variopintas cosas.
Que ella, esa esfera de cebo oleóso rodeado de oxigenación capilar, nunca será ni presidenta, ni bonita, ni tendrá discursos decidores, ni será exitosa, ni será feliz, ni será querida, ni será agradable, ni será loada, ni será respetuosa.
Y quizás sea que por sobre o debajo todas las cosas, jamás, nunca, ese pedazo enorme de carne, grasa, nervio, maldad y asexualidad, será viuda.