Llego temprano, de incógnito y por una amiguita, entro por acá, simulo ser una cosa que aborrecía y enseguida me doy cuenta que estaba equivocado, que somos todos no sólo parecidos, sino, en verdad, iguales, y que la máquina de laburo que es una orga enorme, es francamente inigualable.
Huelga decir lo errado que estaba al tocar la cornetita del desconocimiento, entonces acepto esa culpita y digo, pucha, son buenos, en todo sentido.
Se respira el compañerismo, codo a codo y a la par, y hacemos lo que hay que hacer, cuando hay que hacerlo y como hay que hacerlo.
Esperamos y empiezo a despegarme de esa realidad, de la realidad de todos ustedes, avecinando algo que pasaría dentro de muchas horas, quizás, o dentro de un ratito, quién sabe, pero sabía, estaba seguro en mis adentros que era hoy, que era ahora, y que El Beso, ese beso que me merecía de Ella, llegaba hoy.
Entonces pasaron otras cosas, muchos cantitos, aguantar con fuerza, y escucharla a la Bella Señora.
Al rato llega el momento, y acá, es donde la pausa se hace eterna y el mundo se convierte en una memoria difuminada, como cuando en las películas hacen sueños.
La veo venir.
La veo besar.
A otros.
Tengo miedo de perderme el beso y preparo la frase que le quería decir.
Era: "Madre Hermosa, Nestor nos dejó con vos".
Y la veo a tres personas, la veo a dos y cuando la tengo a una persona, creo que me pierdo el beso.
La tengo enfrente, la miro a los ojos y le pido, con respeto y a la vez osadía: "Cristina, por favor, quiero darte un beso".
Me mira, me agarra la muñeca, esa muñeca hermosa, no la mía, sino ella, y la agarro de la nuca, le doy un beso con los ojos cerrados en la mejilla, en el pelo, esa cara hermosa, esa cara que no vamos a olvidar más.
El beso hace ruido.
El momento me ensordece.
Sigue su camino.
Ella sigue, el beso no.
Me queda impregnado en el pasado, el presente y el futuro.
Le acaricio la nuca, y nadie me impide hacerlo.
Bajo la cabeza y el mundo sigue ahí, a los empujones, todos quieren también su beso.
Pero yo tengo el mío.
Camino un paso hacia atrás.
Dos pasos hacia atrás.
Le había dado el beso.
Había logrado alcanzar la cosa física, tanto que había escrito sobre el amor, tanto que había escrito sobre la yegua, tanto que la quiero, tanto que la amamos, y la Fuerza de mi Beso me deja mudo, y mi boca ya tiene un valor agregado, y mi corazón estalla, y palpita, y caen papeles, y cae
mi propia historia a mis pies, y pienso en los tiempos, y pienso en las horas ganadas, en toda la batalla, y en Ella, y en Él.
Levanto la cabeza, con un montón de agua en los ojos y lo veo a Máximo.
Le doy un abrazo fuerte, de tipo.
Los dos perdimos a nuestro viejo hace poco.
Y aunque el de él era nuestro héroe y el mío era el mío, para él su viejo era exactamente tan importante como el mío para mí.
Nuestras historias son nuestras, no de todos, y lo que es de todos, es de todos.
Pero la intimidad de nuestro día, de nuestra noche, de nuestro baño, de nuestra cabeza abajo de la ducha mientras pensamos, ahí, callados, donde hacemos las revoluciones, es toda nuestra.
Máximo me devuelve el abrazo.
Tiene una mirada un poco cansada.
Siente el peso, lo recontra siente.
Lo disfruta un poco, creo.
Pero él perdió mucho más que todos los demás, porque perdió al héroe, al presidente, al amigo, al referente, al ídolo. Y al tipo que lo quería un montón más que ningún hombre.
El pibe, no tan pibe, asume los abrazos, los devuelve.
Adelante va la hermana, va la madre.
Son personas.
Son gente, son una familia que la historia y el laburo y el peronismo los dejó ahí arriba, en la curva del tiempo, en la Hora de los Héroes.
No le vamos a fallar, no nos van a fallar.
Vamos a quererlos siempre, vamos a querer siempre a Néstor, vamos a reventar el domingo todo, vamos a hacer las cosas bien, a luchar, a trabajar, a festejar, a bailar, a crecer, a morir, un día, y quizás a resucitar en forma de otra cosa.
Quién sabe.
La cuestión es que yo, ahí, tengo a mi beso.
Yo, acá, tengo a mi mano testigo de su nuca, de la nuca de una cabeza que guarda el cráneo de un cerebro que fabrica amor.
Lo cual no es poco.
Sé que en el futuro, dentro de mucho, si llego a viejo, puedo mentir mucho, puedo hacer crecer a esta anécdota que no es más que un beso y una caricia vaga, admirada.
Sé que en el futuro voy a decir "yo conocí a Cristina".
Sé también que no es la primera vez que la beso, que alguna vez contaré otra vez que la ví más tranquila, con Néstor vivo físicamente, y que hasta quizás, tomamos un café, o que quizás, ya el tiempo hizo el estrago de la fábula y sí, sea la primera vez que la veo en mi vida.
Quién sabe.
Tengo a mi beso.
Tengo al beso.
Y el beso que le di yo, se lo dimos todos.
El beso que le vas a dar vos, un día, se lo voy a dar yo.
Y todos los besos, todos los abrazos, todas las caricias, tratarán de paliar la ausencia, de ser la tierra que abone un campo de flores.
Néstor nos mira.
Atentos.
Seamos un beso de Él.