Habitualmente, y luego de alguna cosa que suceda por ahí o por el más acá, suelo lanzarme a una larga escritura que tiene que ver con los asuntos que acontecen, y suelo abrir este tipo de posteos con frases de gran floritura y poco contenido, demostrando que tanto Leuco como Eliaschev, son dos ridículos que en su pompa circunstancial, no hacen más que condimentar a sus palabras vacías y repetitivas con adjetivaciones paupérrimas, y entonces, termino escribiendo ya no cinco, o cuatro o depende de si esto lo lees desde un celular o qué corno, sino que termino escribiendo seis renglones, cosa que Laura Di Marco no puede hacer sin tener algún error porque no sabe escribir, o Nicolás Pizzi no puede argumentar si no lo ve en la página de facebook esa que vemos todos, y otros posavasos, como Wiñazki, Levinas, Lanata y toda esa runfla de comentaristas, Polinos, De Britos de la política, que sufren por no poder ser nunca alguien a quien la gente, simplemente, los quiera.
Nótese que Levinas no está en negrita, porque es como Polino o De Brito: una señora con cara de señor, ruleros y enojo.
Porque no, nadie los quiere.
A lo sumo hacen causa común con ellos, opinan igual, pero Dios me libre de compartir una ronda de mates con estos monstruos ridículos, Tenenbaum y sus dientes de conejo babeante, Fantino y su vértigo al estar parado por acá o por allá, Pablo Duggan que "tiene un amigo preso", y otros tantos que están en la televisión, diarios y radios, y lo único que hacen es poner los brazos en jarra.
Hay excepciones. Claro.
Feinmann el que NO ES KIRCHNERISTA, el de barba candado, el antipibe, el que Anibal lo arrastra por todos los rincones de la democracia cada vez que lo enfrenta y nos reímos, es una excepción.
¿Y por qué?
Porque es tan burdo, torpe y ridículo que sólo podrá ser recordado por señores viejos, rancios, héroes de los ochentas añorantes de la bota, que prontito, se van a morir.
Los pibes, lo detestan.
Y la otra excepción es Gustavo Sylvestre, pero no por malo, sino por correcto.
Ese tipo, hasta ahora y de un tiempo bastante largo, mucho antes de que se jueguen las cartas, supo irse del monstruo, y dedicarse a informar.
Vaya mi saludo, que nunca le llegará, y a nadie le importará.
Porque tampoco voy a hablar acá de periodistas, periodismo, ni mucho menos.
Voy a hablar, quizás leyendo en voz alta, aunque vos lo estés leyendo, sobre los subsuelos.
Sobre esos subsuelos que no se pueden sublevar, aunque siguen siendo patria.
Sobre esos fondos de las piletas en las que nadie nadó jamás.
Sobre toda la gente que no tiene voz y que algunas personas intentan darle esa voz.
Sobre los que quieren callar.
Sobre los de afuera, descastados, expulsados, ni enemigos del sistema, sino divorciados del mismo, excomulgados de la santidad de la clase mediocre.
Pero vivos, personas, pacientes, internos, externos, gente, pueblo y seres humanos a los que alguien quiere, quiso o va a querer.
Acá nadie habla de amor, salvo nosotros.
Por algo es.
Y ese miedo que le tienen a que vote un adolescente de 16 años, qué patético queda.
Ese terror, ese miedo, es porque le temen a los jovenes, porque saben, lo tienen bien en claro, que los jóvenes, los hijos de Néstor (click ahí, eh), son nacionales y populares y todo lo que conocen, es lo bueno que supo este gobierno conseguir.
Duele el tiempo, vaya que sí.
Y qué miedo da la juventud organizada.
Y unida.
Podría escribir un largo rato más.
Prefiero dejarte estos dos afiches, y que vengas con nosotros, este sábado.
La lucha es todos los días, y no se divide en rounds.
Ding ding!