Esta misiva, esta carta redactada un día cualquiera en un lugar cualquiera, buscará por los medios más básicos (los de la palabra escrita), arrojar algunos interrogantes que difícilmente puedan tener una respuesta que exceda un decir.
Está dirigida a todas las personas que tienen un cargo en todos los gobiernos a lo largo y a lo ancho del país, y quizás a todo lo largo y a lo ancho del mundo.
Sin excepciones ni restricciones partidarias.
A todos y todas los que han hecho cosas buenas y malas, y a todos y todas los que no han hecho absolutamente nada.
A los que cobran buen dinero, y a los que cobran mal dinero.
A los que buscan y no encuentran, y a los que no buscan pero encuentran.Y a todos los y las que todavía pueden hacer cosas: buenas o malas.
No puedo yo. como difícilmente pueda nadie, hacer míos los reclamos de un país, del mismo modo que todos ustedes tienen que necesariamente hacerse ecos de todos los reclamos de un país, evaluando siempre qué es lo mejor y qué lo peor para una gran nación.
Por eso, sepan disculpar si en mis palabras hay un leve dejo de encono: será porque los días tienen 24 horas, será porque la luna se esconde todos los días o será porque le deja paso al sol.
¿Qué pensaban, ustedes funcionarios, cuando se dieron cuenta que querían dedicarse a la política?
¿Para qué lo hacían?
¿Fue casual o fue intencional?
¿Se hereda la pasión, se dona o se forja?
¿Qué es dedicarse a la política?
¿Es una carrera como ser herrero, artesano, kiosquero o cantor?
¿O es acaso, la política, la herramienta que necesariamente tiene que generar cambios en las vidas de las personas, muchos, todos los días?
¿Cuál es el peso de lo simbólico si queda meramente allí, sin convertirse en un plato seguro de sopa, o un vaso de agua potable?
¿La conciencia acerca de que muchas individualidades generan un colectivo, se hace escuchar en las almohadas?
Reventado de dolor, encuentro en mi minúscula participación política (todas las participaciones han de ser minúsculas y necesariamente deben amalgamarse con otras para generar una fuerza) un derrotero de burocracias, alineaciones, términos medios, pausas y especulaciones que nada tienen que ver con el objetivo real de la función pública, que es la de cambiar, cuando no salvar, vidas.
Todas esas trampas dialécticas, encuentran siempre salvaguarda en esperas indeterminadas, en amagues generados por escenarios posibles y en encuestas que violentamente, cambian de un día para el otro.
Todas las fuerzas políticas, se enajenan en sinsentidos y las personas que formamos y conformamos esas fuerzas políticas, nos enrredamos a perpetuidad en un léxico anónimo que alimenta permanentemente ciertas posibilidades con enemigos concretos, que jamás terminan de tirar el sarpazo y jamás terminan de morder con toda la fuerza, hundiendo esas fauces en la carne tibia de un pueblo que recibe como recibe a la lluvia, al sol y a la luna.
Estos enajenamientos discursivos, son hijos directos del buen pasar: no conozco funcionario o candidato pobre, que no llegue a fin de mes, que le duela la panza, que no tenga baño adentro de su casa, que no tenga agua potable, que tenga educación insuficiente y que no tenga alguna de las cosas que le faltan al pueblo.
Hay una parte del pueblo, siempre minoritaria (perpetuamente minoritaria, desde la creación del cielo), que tiene dolor de panza, que no tiene baño, que no tiene agua, que no tiene educación y que no tiene casi nada de eso que tiene cualquier funcionario.
En ambos lugares, siempre, hay delincuentes y no será causa mía justificar a otros y condenar a unos, pero sin lugar a dudas, puedo asegurar que los funcionarios tienen que resolverle cosas a ese pueblo que sigue esperando, de modo urgente y pertinente, antes que cualquier otra cosa.
¿Le duele el alma a cada uno de los funcionarios al saber que no alcanzó todo el día para poder resolver todo?
¿Se le acurruca el hígado a cada director, secretario, subsecretario, diputado, legislador, asesor o runfla, al saber que ese día que pasó se avanzó un paso y se retrocedió cincuenta?
¿Tiene el funcionario político en su corazón, la voraz vergüenza que le carcome el estómago y le impide comer, al saber que todos los días, hay pueblo al que todavía no se llegó y que quizás le tengamos que mentir a diario al decirle que ya llegará?
La política no puede ser bajo ningún punto de vista un medio de vida, sino un medio de mejorar la vida del pueblo.
Jamás condenaré al dinero, en ninguna escala: ojalá el eco de la montaña devuelva el grito de cualquier protesta en una sabia e inoportuna tormenta de billetes para que todos tengan lo que pocos consiguen.
¿Estamos hablando de dinero? Por supuesto. Eso, es una administración.
¿Cómo se redistribuye el dolor?
Las miasmas de lo que está y de lo que vendrá, dejan a veces al fantasma de todos los sueños postergados por todos los que se permiten soñar con que sus vidas son pesadillas.
Mientras tanto, en algún lugar, en muchos lugares, muchas almohadas aguardan cabellos asesorados para regalarle lo mejor de su repertorio.
Barrio Juan Domingo Perón, Laferrere, La Matanza, Buenos Aires.