Nosotros todos fuimos observadores de cómo esa pared se construía, fuimos amantes del color de esa pared, amigos del cemento, adoradores de cada ladrillo.
Siempre ahí, cerca de la pared.
Y cuando pasaba alguien, nos veía a nosotros, junto a la pared. Sonriendo.
Porque la pared era nuestra, iniciada hace tantos años y luego profundizada en tal año.
¿Ustedes, bien?
Y la pared crecía, y crecía, y se iba haciendo un cimiento enorme para un día arriba de esa pared colgar un techo y nosotros ahí, eramos cada vez más, y nos mirábamos felicitándonos.
Sugeríamos el color de ese ladrillo, y levantábamos el pulgar (y los dedos en V, por la paz, debe ser) y luego girábamos y cuando alguien pasaba, nos veía a nosotros.
Junto a la pared.
Pero la pared sola no se construía y veíamos que algunos ladrillos venían de una obra usada.
Que otros ladrillos estaban rotos.
Y que muchos de esos ladrillos eramos nosotros.
Pero sonreíamos y hacíamos lo que había que hacer: graves soldados de las verdades evidentes, águilas de vuelo alto desde el panóptico del juicio bueno.
Todo muy rico.
Y mientras tanto: pensá en ese preciso momento, ese justo instante, en el que empezaste a referirte al kirchnerismo en tercera persona cuando hasta el 10 de diciembre lo habías usado en primera.
Luego de eso volvé.
Nosotros seguimos trabajando por y para vos y te estamos esperando.
Nosotros seguimos trabajando por y para vos y te estamos esperando.