martes, 11 de octubre de 2011

BLUE.


Cada vez que escucho a una chica pensar en el Príncipe Azul, me remite inmediatamente a mi sobrina, chiquita, de pocos años, que se la pasa mirando, viviendo, disfrutando los productos de las princesas.

Y enseguida me doy cuenta que la construcción imperfectible de un mundo ideal, lleno de sueñor, con caballos alados y rosados, con un príncipe amanerado sonriendo y rubio, es un ideal que no sólo es inalcanzable, sino que se empata directamente con ver a Megan Fox en la televisión en el medio de la película Transformers, distrayendo nuestras vistas de un robot gigante a un culo maravilloso, de una carita perfecta a la cara de un monstruo bio-mecánico que no para de castigas a otros monstruos en el desierto de algún país de medio oriente.

Y en todas, el héroe es un palurdo.

Batman era un chico atormentado, millonario, pero el dinero no importaba, al cual le mataron a los padres. Cualquier niño atormentado, al cual le matan a los padres, podría ser un justiciero nocturno, pero ninguno podría ser exitoso si lo agarrasen: el caso de Batman, permite que el chico crezca sin trabajar, escondido fomentando su personalidad dual, en una cueva con la mejor tecnología, todas cosas que no puede hacer un niñato con sed de venganza, si no es absoluta y pornográficamente millonario.

Superman viene de otro planeta, y lo banca un organismo oficial a lo largo de toda su heróica carrera. Un organismo oficial norteamericano, off course.

Los principes de todas las películas son hijos de reyes y lo que les proponen a las chicas pobres que se enamoran de ellos, es un cambio de vida absoluto: las invitan a salir de esa mierda de día a día que tienen, las montan en su equino preparado, y les dicen que no van a laburar nunca más y que van a tener la mejor ropa, las mejores fiestas y los mejores castillos.



Y así crecemos.

Así esperamos a un superhéroe que no es más que un policía, un agente de tránsito, un preceptor de la escuela, y así esperamos a príncipes azules que nunca son azules sino grises, negros, rojos, muertos, hediondos, con mal aliento.

Así nos cagan, así nos corrompen, así nos tocan el culo.

Y después nos sorprendemos cuando un bizco, jorobado y con problemas para expresarse con claridad se la pone con todo y pelotas a un eterno y edulcorado modelo de vida y nos deja a nosotros, los feos y panzones, en la cresta de la ola.

1 comentarios:

guillermo dijo...

Esto que escribís me parece muy interesante, porque yo no voté al FPV. Y lo que me genera el resultado de estas elecciones (primarias, ponele) es esa sensación tan similar a la de de aquel 9/11, cuando veía lo que pasaba y no podía evitar una leve sonrisa: era la sensación de que por atroz que fuera el impacto, era justo, era merecido, y era lo correcto.
Entonces me basta ver quiénes son los que mas "padecen" el modelo para saber que se están tomando las decisiones correctas. Literalmente: si ladran, señal que cabalgamos.

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