Si yo le pido a usted que me defina desde el estereotipo físico o estético a un “peronista”, es muy posible que me conteste que un peronista lleva mocasín, pantalones de vestir, pelo corto y de costado, bigote prolijo y masculino, anteojos funcionales al malestar de la vista, campera de cuero y camisa blanca abierta hasta el tercer botón.
Es posible que lo dote, en contados casos, de una melena prominente revoucionaria, y una sombra de barba amenazante.
Si le insisto y le pido que haga excepciones, usted, me dirá que el peronista hoy, es kirchnerista, y que ese kirchnerista, lleva remera, jean y zapatillas, pelo desordenado con preocupado orden, anteojos que no siempre son acordes con alguna problemática en la visión, campera tipo montgomery con capucha y botones de madera. Y Blackberry.
Este último caso es inherente tanto a hombres como a mujeres.
Si profundizo en mi cuestionario y le pregunto qué gustos artísticos tiene este peronista, en ambos arquetipos encontrará coincidencias: leen a Jauretche, a Cooke, a Perón, a Evita, a Kusch, a Scalabrini y a tantos otros prohombres y mujeres de la letra sana.
En el caso de los kirchneristas, encontrará que en una suerte de decantación natural de los anteriores, estos militantes leen a Anibal Fernández con fruición, que todos o la abrumadora mayoría ha leído el libro de Sandra Russo sobre Cristina, unos cuántos han estudiado a la lectura no obligatoria del libro de José Pablo Feinmann sobre Néstor, y que muchos a escondidas han leído el pasquín sobre La Cámpora escrito por la recopiladora Laura Di Marco.
Si le pregunto en este último caso, en el del militante kirchnerista, qué gustos sobre cine tiene, o qué prefiere escuchar musicalmente especulando, seguramente, el espectro se abra dejando un tendal de sorpresas tiradas sobre el parqué.
Entonces:
¿Qué se hace desde las organizaciones con la juventud brutal? ¿Qué le estamos dando a todos los militantes que se han tatuado a Elvis Presley, a una cereza en el antebrazo, al guitarrista de Green Day, en la espalda? ¿Qué le ofrecemos a la compañera que se ha visto La Hora de los Hornos más de tres veces pero que compró toda la videografía de David Lynch? ¿Qué le brindamos al muchacho aquel que es fanático de Ramones pero que cada vez que se acerca a una peña escucha a Victor Heredia y a Teresa Parodi, dos personas que han elevado el estado del arte a la militancia haciéndola una, y también lo disfrutan pero no le dan ganas de revolear una silla contra la pared? ¿Desde dónde le generamos comodidad a ese compañero que comprende y conoce al Eternauta como un símbolo de estos tiempos, pero que fue al IMAX a ver todas las Batman de Nolan y que consume alocadamente en la comiquería hasta el más alejado comic de Avengers? ¿En dónde coinciden el placer de ver Sinfonía del Sentimiento del grandísimo Leonardo Favio con el macabro gusto de ver a toda la saga de terrores de Sam Raimi? ¿Cuál es la piedra en la que angulan Zitarroza e Iron Maiden? ¿Existe ese lugar mágico?
Respuesta:
Existe.
La militancia ha de ser un lugar divertido, en el que todos los que creamos en lo mismo, que luchemos por una igualdad general, no pueda ser coartado en su necesidad del disfrute, del análisis de su propio gusto y de su apertura general.
¿Podemos considerar a todo lo foráneo (siendo foráneo todo Imperio y no lo foráneo de nuestra Patria Grande) como algo nocivo, malo, conquistador?
Podemos. ¿Eso, nos quita la necesidad de disfrutar viendo a un robot de Transformers convertirse en camión en una pantalla de seis metros comiendo pochoclo y bebiendo Pepsi? Desde luego que no.
Incluso, implica esa necesariedad, una resolución al conflicto.
No nos hace menos militantes, o menos nacionales y populares, la sobreactuación de lo Argentino, si es que no encendemos lo argentino en detrimento de lo que nos divierte.
Deben, entonces, elevarse las cosas buenas, las cosas que queremos, y eso, es la diversión, el estado de bienestar personal y la alegría.
¿Nos alegra ver que Julia Roberts termina, al final de la película, con el galán aunque el galán sea inglés?
¿Nos emociona la novela colombiana aunque el presidente de Colombia sea de derecha? ¿Cantamos El Bombón Asesino aún cuando Los Palmeras le han hecho campaña a Carlos Menem?
¿Leemos a Borges, acaso?
Sí a todo, de todo y para dos.
Porque la juventud se expresa y no te pide documentos.
Porque la juventud no disfruta en un estado parapolicial estético de valores y honores que nada tienen que ver con el pulso del pecho y el corazón latiendo a toda velocidad.
Porque la juventud y la militancia tienen el derecho primario y escencial de poder pasarla bien, sabiendo dónde está parado cada uno, quienes hacen lo que hacen, desde dónde lo hacen y para qué lo hacen.
Y es por eso, que le pregunto a usted ahora, lo siguiente:
¿No le parecería genial que en una unidad básica se discuta si es mejor Kill Bill o Perros de la Calle?
¿No creería que podría ser divertido entender de una buena vez que The Clash hizo su propia revolución y que las revoluciones no tienen más banderas que las de la libertad y las de la igualdad?
¿Entiende que descubrir a La Masacre de Texas como una pieza, una gema preciosa del arte, es parte de un movimiento histórico y perpetuo de alimento para el saber?
¿Podría usted ver un chiste sobre las elecciones en EEUU hecho en Saturday Night Live, reirse o enojarse como lo hace con el programa de Capusotto o con el de Lanata?
Es menester, que esto que le comento, suceda.
Por que, entiendo, la revolución no se hace más con armas, salvo que sea necesario.
La verdadera revolución es la cultura y la cultura es parte de la humanidad cuando trasciende y cuando alcanzamos nosotros como individuos, parte de una sociedad mundial, de una comunidad que no busca más que el bien, la felicidad, y la alegría, el empuje pertinente para apuntar hacia el mismo lugar.
Por eso, celebremos la militancia abriéndole los standares convencionales a lo que cada uno de nosotros, simplemente, vive y disfruta.
Sepamos quién es Scalabrini Ortiz, al mismo tiempo que alzamos una copa en honor al viejo Bukowski.
Busquemos en las librerías las cartas de Perón a Cooke, mientras reservamos el último de Chuck Palahniuk.
Miremos las películas de Pino Solanas, cuando era peronista, y a la vez analicemos si los hermanos Farrelly son demasiado crueles.
Escuchemos en nuestros Blackberrys de fabricación nacional la discografía completa de Strokes, mechadita con la Marcha Peronista y las grabaciones de las marchas con las canciones de nuestra Juventud Peronista maravillosa. Y las canciones de Copani.
Es que, todo esto, ya lo hacemos, y ahora, tenemos que llevarlo a la tierra militante, ese lugar en el que debemos necesariamente, sentirnos cómodos.
Rompamos la formalidad, valoremos al pasado haciéndole el honor de disfrutar nuestro presente, haciéndo del presente el mejor momento de la historia, conociendo lo que ha sucedido, vibrando a cada paso con el peso en los hombros de ser los y las continuadores de una gesta política y cultural que bajo ningún concepto termina en nosotros.
Esto, es ahora.
Toda cultura es política.
Y la política es la historia hecha por sus propios protagonistas, y ese o esa protagonista, sos vos.
4 comentarios:
Te felicito. Excelente, recontra excelente. Me pasa que me siento muy descolocado cuando algunos compañeros sobreactuan la pose nacandpop. Esta el riego del esnobismo por exagerar pertencer a un mundo cultural que no es el nuestro. Yo escuchaba punk rock y para mi esa va a ser siempre la musica que me hizo rebelarme. No Victor Heredia, aunque ahora lo banque como compañero, el gusto artistico, tiene algo de pertenencia de clase y de estilos culturales que no se puede cambiar de un dia para el otro, salvo que se caiga en el esnobismo, en la simulacion.
Igual, es algo generacional, creo que esto nos pasa a la generacion que sufrio el 2001. Que crecimos en la musica anti-politica, en el que se vayan todos. A los que son mas pequeños no les pasa, ya nacieron en otra epoca, de re valorazicion de lo nacional.
Es muy complejo el tema de los consumos culturales. Bailemos Depeche Mode y hagamos la revolucion, se puede todo al mismo tiempo.
Yo creo un error llevar al arte esa cuestion, sinceramente, me parece una pavada, el arte es universal. No creo en el "ciudadano del mundo" , pero tampoco creo en el aislamiento cultural. Ni que todo contacto entre culturas sea de dominacion.
Con respecto a la literatura es mas facil. Para mi fue importante El Flaco, pero al poco tiempo estaba con la Correspondencia. Ahora, me es mucho mas dificil con el arte, porque se pone en juego algo mas arraigado identatariamente que es el gusto. Lo importante es expandirlo, no anular lo que forma parte de tu identidad.
Veo mucha libertad en lo que escribiste, te felicito.
Totalmente de acuerdo con tu apreciación, sobre la militancia divertida. Por ese motivo disfruté caminando por las calles de Manhattan, bebiendo en el mismo bar en que lo hacía Joe Strummer, disfruto escuchando a The Clash como al flaco Spinetta y Víctor Heredia, leyendo a Bukowski y Auster como a Jauretche y Aníbal, jamás escucharía el bombón asesino, pero lo he bailado en cuanta fiesta lo han pasado.Perros de la calle es indiscutible como incomparable. Shameless, me hace reír tanto como Capusotto. Eso si, me niego rotundamente a usar blackberry, con eso no transo.
Like! je!
Muy bueno! Y totalmente de acuerdo
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