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lunes, 12 de septiembre de 2016

Zamba, la memoria y la pesada herencia, por Jessica Tritten*

Siempre me pareció un acto casi de superficialidad hacer mención de premios obtenidos pero quiero hacer una excepción esta vez. Porque son tiempos de negación del pasado inmediato, en donde en nombre de la concordia se persiguen cunas para recién nacidos que nada entienden de revanchas pero sí de necesidades, y donde la semántica política modificó conceptos como conquistas por "pesada herencia". El caso Zamba no es la excepción. El capítulo difícil, duro, intenso que acaba de ganar un Martín Fierro, muestra a Zamba viajando por Europa, donde se encuentra con Ana Frank y cree que juega a las escondidas con una nueva amiga hasta que esta nena le confirma que, lamentablemente para ella, esconderse no se trata de un juego: Zamba y Ana Frank comienzan, entonces, a entender qué son los genocidios. En este capítulo Zamba conoce los genocidios de pueblos hermanos como el judío, el armenio, los pueblos originarios de Guatemala y el sufrido pueblo tutsi de Ruanda. Zamba entiende que para que esto no vuelva a suceder es fundamental la memoria por sobre la negación.
El capítulo se produjo hace un año pero mucho ha sucedido en este periodo eterno de tiempo, porque, como dijo Víctor Jara, "la vida es eterna en cinco minutos". El capítulo fue producido por un Estado que no sólo no negó la cifra de desaparecidos sino que hizo cumplir con honorabilidad el artículo 92, inciso c. de la Ley de Educación Nacional, cuyos contenidos vigentes en el sistema educativo nacional señalan que los hechos ocurridos en la Argentina, entre 1976 y 1983, se encuadran en lo que denomina “terrorismo de Estado”. También fue discutido y pensado sesudamente con el propio ministro de Educación de entonces, el enorme divulgador Alberto Sileoni y el programa Educación y Memoria, equipo que, durante 2016, junto con otros, tuvo que dedicarse no sólo a seguir generando pensamiento sino, además, a resistir con el propio cuerpo la desidia de los despidos gerenciales.
Pienso que los premios no son de las entidades que los entregan, ni siquiera de las que los reciben: un premio es una victoria colectiva. La misma que dio cuenta Claudia, hija de Glayds Castro y Walter Domínguez, desaparecidos por la última dictadura cívico-militar, cuando, al momento de hablar sobre su verdadera identidad con su hija de nueve años, le responde: "Lo sé por Zamba, mamá."
*Jésica Tritten fue la Directora del Polo EDUCAR, desde donde se crearon los canales Paka Paka, Encuentro y DeporTV.
Aunque muchos la conocemos como "la mamá de Zamba".



El capítulo que le ganó a Topa y a Violetta, dos TANQUES de Disney:

lunes, 16 de mayo de 2016

la nube de algodón y risas





Ahora imaginate que tu primer trabajo es con tu papá, que es un millonario gigantesco que tiene la obra pública más grande de la nación y de toda América, y que lo que te toca, es ser el jefe de eso.
Bien.
Tenés 25 años, sos un pibe, y desde bien chiquito ya naciste siendo millonario.
Fuiste a las mejores escuelas privadas, tus vacaciones incluían viajes por todo el mundo y tuviste empleados siempre. Empleados en tu casa, empleados que te cocinan, empleados que te llevan, empleados que te cuidan.

Creciste en una cuna de nubes de algodón y cristal y desconocés lo que es quedarse sin guita, no tener más plata para un trago en una discoteca o comer pizzas de pan al horno con salsa y queso mantecoso.
Conociste al mar desde muy chico y fueron mares de Europa, además de los mares argentinos.
Antes de conocer a tu país, conociste a otros países, sus culturas, sus lujos.

Nunca te metiste la mano en el bolsillo y dijiste "no me alcanza" ni en la cola de un supermercado, ni a la hora de mirar un par de zapatillas con añoranza en un negocio, ni pensaste en la posibilidad de trabajar o estudiar, porque tenías dinero y podías estudiar para ser lo que querías ser.
Preso de tu libertad, tu destino no era más que el de regentear o gerentear empresas heredadas de alguien que la hizo desde abajo como tu padre.

Tus deseos fueron siempre órdenes porque fuiste el mimado de tu propia familia que cada día que pasaba, era un poco más rica.
Sí, quizás tenías alguna tristeza como los niños ricos, pero esa es otra historia.

Nunca un Jefe te hizo quedarte más horas por la misma plata.
Nunca te regañaron por llegar tarde.
Siempre pudiste faltar para terminar tus estudios con toda la tranquilidad del universo y el dinero.
Jamás fuiste a hacer las compras a un supermercado o almacén. Quizás ni a un kiosco.

Desconocés absolutamente lo que implica un viaje en colectivo porque desde chico no sólo tenés auto: tenés una fábrica de autos y podés elegir color, modelo, y detalles.
La primera vez que te subís a un subte es a los 50 años y te asombra pero te bajás rápido.

Nunca sentiste en cualquier noche, la mezcla de miedo a que te roben con el frío del invierno, en una parada de colectivos a las 3 de la mañana en un barrio que no es el tuyo para luego viajar una hora y media hasta tu casa, adonde entrás metiendo la llave mirando a los dos costados antes de hacerlo.

Tu momento de máximo terror fue cuando te secuestraron 12 días y ahí te diste cuenta que la vida era real. Y lo resolviste como resolviste absolutamente todo en tu vida: con dinero, con mucho dinero.
Y volviste a la libertad que te dio siempre el dinero.

Quisiste ser gerente y lo fuiste.
Quisiste fundar una empresa a los 24 años y la fundaste. Con la plata de tu padre.
Quisiste ser gerente de varias empresas más a la vez y lo lograste. Empresas de tu padre.
Quisiste ser Presidente de Boca y lo lograste.
Quisiste ser Diputado y lo lograste.
Quisiste ser Jefe de Gobierno y lo lograste.
Quisiste ser Presidente y lo lograste.

Entonces sí, el cielo es tu único límite y no te queda otra más que ser sincero: seguir con tu ideología, lo único que tenés, tu manera de ser y de vivir.
Tus vivencias fueron siempre las mismas, acolchado en el poder de ser siempre, siempre, siempre, el Jefe.

Jamás respetaste a ningún presidente y menos a un cura, bastante menos a un Papa.
Porque toda tu vida fuiste Jefe. Tuviste una vida que no fue muy alocada, entonces no tenés idea ni de que es el riesgo de la vereda.
No conocés al mundo real como lo conocen las mayorías.
Haciendo un vistazo rápido, podríamos decir que si te sacaran el dinero, no estarías preparado para la vida.
Pero el dinero te condena, te manda y te obliga, y así es como avanzás en el mundo.

Jamás hiciste algo que no querías hacer: repartir pizzas en bicicleta de noche, trabajar en un circo, atender una verdulería, cortar el pasto, pintar una casa, trabajar en un Mc Donald´s, ser telemarketer, cajero de un supermercado.
Jamás escribiste un CV con todo el pánico que te da equivocarte, jamás te sacaste una foto 4 x 4 para adjuntar en un currículum y te pareció que saliste mal.
Jamás buscaste trabajo en el diario.
Nunca miraste un aviso de "buscamos repositor" en un supermercado para evaluar si tomabas ese trabajo o no.
Jamás levantaste un balde con materiales para construir.

Jamás agarraste una pala.

Nunca supiste lo que es decirle a un hijo que no te alcanza la plata.
Nunca sentiste la tristeza de decirle a un sobrino que no se puede ir a Disney.
Nunca cambiaste de marca de cigarrillos porque no te alcanza.
Nunca evaluaste a principio de mes si comer afuera una o dos veces en el mes, o pedir delivery sólo cada quince días.
Nunca usaste la misma remera durante tres años porque tenés cinco remeras y nada más.
Nunca tuviste la ropa sucia.
Nunca lavaste ropa ni a mano ni con el lavarropas automático ni la llevaste al Lave Rap.
Nunca pediste una zanahoria, una plantita de lechuga chica y una cebolla en la verdulería, porque nunca fuiste a la verdulería.
Nunca te pareció un lujo poder comprar una Coca Cola.
Nunca te pareció maná del cielo poder comprar dos gaseosas para comer en un restaurante, porque la primera te la tomaste demasiado rápido, y nunca cuando fuiste a comer afuera, tomaste despacito la Coca Cola esa de vidrio chiquita fría y finita con olor a vainilla, para que te rinda hasta el final de la comida.

No hiciste nunca una fila para que te atiendan en un Pago Fácil. Porque el Pago Fácil es TUYO.
No sacaste nunca un turno a las cinco de la mañana en un hospital para que te atiendan a las tres de la tarde.
No sentiste jamás el olor que emana de un comedor de una escuela pública, ese olor pesado, olor rico que sale de la cocina.

No sabés lo que es ahorrar en un chanchito pesito por pesito para poder comprar ladrillos para hacerte una pieza nueva en el barrio.
No conocés lo que es tener que elegir entre hacerte un corte de pelo o comprar los libros de la escuela.
No tenés la menor idea de qué es pedir un aumento, la tensión que te genera saber que te lo pueden rechazar o echarte.
Jamás fuiste a una popular ni sacaste una entrada haciendo fila. Ni para un partido, ni para un recital, ni para nada, porque naciste con la pulserita VIP en tu muñeca.

Nunca corriste a un tren y se te escapó.

Nunca sentiste la agobiante felicidad de ver que una persona se para y se baja del colectivo y te podés sentar después de un rato de viajar parado.
Nunca usaste una combi ilegal que va a toda velocidad para transportarte de un punto a otro de la provincia.
Nunca viajaste en un micro de larga distancia con la comida escasa que te dan cuando viajás.
Nunca le pediste a alguien que te traiga algo de otro país porque acá no se consigue, porque ibas y lo comprabas vos.

Nunca te echaron del trabajo.

Jamás te sancionaron por llegar tarde.
Nunca usaste la SUBE ni tenés una.
Nunca hiciste paro.
Nunca frizaste una prepizza para comer "algún día".
Nunca frizaste asado para calentarlo más adelante.

Nunca hiciste un guiso ni tenés idea de cómo se hace. Quizás nunca comiste un guisito.

Nunca sentiste frío.
Nunca evaluaste lo caro que sale un ataúd para un ser querido ni hiciste el esfuerzo de juntar plata entre muchos para el velatorio.
Nunca le tuviste que pedir prestada plata a un amigo, con la cara desencajada de la vergüenza y prometiendo devolverlo en dos o tres cuotas, aún cuando la suma sea pequeña.
Nunca tuviste que ir a vivir a lo de tu vieja o lo de tu hermano o lo de un amigo porque te separaste de tu mujer.

Nunca compraste un DVD Screener trucho en una esquina.
Nunca te tomaste una birra en la calle.

Nunca tuviste la barba crecida porque no tuviste tiempo de afeitarte.
Nunca compraste un coche usado ni te querías matar cuando viste cuánto salía el seguro de ese auto.

Nunca fuiste a un baño público lleno de mierda y meo y toallitas usadas.
En tu vida entraste ni entrarás a un baño químico.

Nunca le hiciste un mate cocido a nadie.

Pero te toca ser Presidente.
Elegís ser Presidente y una mayoría te elige entre otras opciones para que seas Presidente de todos.

Y cuando llegás, hacés lo único que sabés hacer, que es ser Jefe, sin absolutamente ninguna historia que avale que conocés la vida real.
Porque naciste, creciste y te vas muriendo en la nube de algodón y risas.

Y nosotros aquí.

Del otro lado del alambrado.
Pretendiendo que tengas sensibilidad social.
Esperando que comprendas a un mundo que no conocés.
Soñando con que en realidad entendés en carne propia lo que significa vivir en éste país.
Creyendo que podés evaluar algo que jamás viviste.
Añorando que por más que no conozcas el funcionamiento de la sociedad, a las personas, ni a sus historias, vas a saber trabajar sobre ella y sobre todos los sueños de las personas.

Qué tontos hemos sido.



















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Ahora que tengo tu atención.
¿Das una mano?






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