(Segundo texto de los cuatro leídos en la jornada NDM de Jaula Abierta)
MANO
Una mano es un puño que se cierra, unos dedos que se estiran, que se doblan, falanges, huesos, cartílagos, piel y mugre vieja.
Una mano acompaña, se extiende y se aleja, se apoya y frota.
Una mano, es la punta del arma, es el gatillo presionado, es el botón de expulsar, es el botón del baño, es el dedo que apunta y
señala y elije buenos y malos, perros y gatos, vagabundos y campeones.
Una mano subraya, una mano achica, agranda, una mano que moja, una mano que seca, una mano que golpea a otra mano y es aplauso, es atención, es un dedo que se mueve junto a otro y camina en una suerte de títere humano, y si son dos dedos hacia arriba es
Una mano se esconde en un bolsillo y busca monedas y encuentra pelusa, busca pelusa y encuentra un encendedor que hace años no funciona, revuelve pedazos añejos de tabaco perdidos de un cigarrillo prestado y una mano es el olor que guardan esas yemas violentas y amantes.
Una mano es un saludo, un cachetazo y una caricia de perro detrás de una oreja pero a una mujer.
Una mano rasca, una mano se hunde en una nariz y hurga en busca de molestias y lastima, una mano es tangible, es tacto, es una palma que bloquea una herida de bala mientras una sangre insolente baila a borbotones.
Una mano es un puntazo de faca o un dolor de corazón rasgado, porque cuando el corazón duele, la mano puede expresarse como el corazón no logra hacerlo.
Una mano agradece, una mano despide, una mano levanta u
na taza y se quema y en contacto con el hielo se disfraza de cosa, y así las cosas, esa mano sigue siendo el final y el principio de todo.
Porque una mano parece ser poco y cuelga desganada de cualquier cuerpo, pero esa mano tiene el poder y es mucho más poder que el que vos puedas tener.
Porque esa mano te sube al colectivo, te saca el boleto, te rasca la cabeza y te hace sonar el cuello.
Esa mano alza una copa y brinda y vos creés que fuiste vos pero podés querer hacer cosas que si tu mano no quiere, nada de eso en efecto, sucederá.
Una mano se alza, pide la palabra, una mano junta su índice y su pulgar, se apoya en la comisura de un labio y lo recorre por completo y eso, eso es silencio.
Una mano guía al corazón hacia donde tiene que avanzar, abre la puerta al cuerpo y permite que el alma haga su juego perverso de idas y venidas, de egos y juegos, de espacios cubiertos por presencia o físico.
Una mano, una misma mano es la que moldeó monigotes de plastilina, la que tocó a otra mujer que no era la de uno, la que robó cuando encontró y la que devolvió cuando se compadeció.
Esa mano es la que compró un oso de peluche y cien botellas de whisky de Satán.
Esa misma mano fue la única testigo de absolutamente todo, y la man
o a diferencia de quien la lleva sin honra al costado del cuerpo, nunca olvida.
Porque la mano tiene memoria y porque una mano, siempre a mano, es todo lo que se necesita para poder morir más o menos como uno imaginó de pequeño.
Dependiendo de lo que ella y sólo ella, quiera hacer.
H.
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