lunes, 31 de marzo de 2014

el opositor que odia



El opositor que odia suele decir cosas tremendas, referidas a muerte, matar, asesinato, y rematarlas con un JAJAJA en las redes o un jejeje si lo verbaliza.
Por lo general en las redes sociales su foto de perfil es clara y concreta: una persona de bien, firme, macho o hembra, sin dudas.

Si al opositor que odia podemos enfrentarlo cara a cara, no nos mirará a los ojos, sino que mirará hacia un costado con desdén, con asco, sin sostener una discusión: seguramente, dirá que Néstor no estaba en el cajón, que un pariente de ese opositor fue o un médico o un militar o alguien muy importante que estuvo en el preciso instante en el que ese cajón con el cuerpo eterno de Néstor, o subía al avión o bajaba de este o entraba o salía de la morgue. Nunca jamás el opositor que odia te asumirá su fuente, que no es otra más que un comentario de una red social o un portal de noticias.

El opositor que odia pide mano dura, durísima, y justifica lombrosianamente cualquier actitud contra una persona que tenga gorra, zapatillas y pantalón deportivo: si esa persona es Carlos Tévez o algún futbolista, será excusado de acusación alguna, salvo que se trate de Viatri o de Migliore.

El opositor que odia no desarrolla su intelectualidad en blogs porque no le da la espalda ni la mano para poder escribir más de cinco renglones con alguna coherencia y sin una K grande, pero sí en perfiles personales o simulaciones: puede usar nombres falsos y fotos que muestran el lado oscuro más oscuro de su oscura cabeza. Una foto de Hitler, de Videla de algún militar o de cualquier cosa que refiera, sí o sí, a la antipolítica. Puede también usar algo relacionado a la rebeldía institucional, una imagen punk, anárquica, o el amable "que se vayan todos", más cerquita del payaso del troskísimo Cabra de Las Manos de Filippi que de Gustavo Cordera: dos personas insertadas hasta el tuétano en el mainstream, pero que odian al mainstream y se odian entre sí, por dinero, muuuucho dinero.

El opositor que odia tira postas: cree efectivamente que llegó a una conclusión y acusa investigación a la revisión diaria de portales que comercializan humo, como La Política Online, Clarín, Seprin o La Nación. Lee todos esos pasquines y luego escribe como si fuera él mismo el que se dio cuenta de alguna verdad tremenda. Mide su prestigio en "me gusta" del "fei" o en "compartidos", "compartidos" que habitualmente, se hace a sí mismo desde otros perfiles falsos que tiene.

El opositor que odia puede ser y será embelesado por un candidato que diga algo parecido a lo que piensa, sin el nivel de brutalidad con el que suele tipearlo: se diferencia así el animal del hombre, pues el animal podrá seguir rumiando sus verdades en las redes o en los taxis, sabiendo que ahora hay alguien que representa sus sueños sin mancharse las manos de sangre, diciendo eso pero actuando de otra manera, cuando sea el sacro momento.

El opositor que odia dirá que democracia también es echar a la Presidenta, matar a la gente por la calle y desobedecer civilmente a cualquier mandato de la ley: el pueblo decide, según él.

El opositor que odia tiene fotos del casamiento de algún pariente en su Facebook: usará una de esas fotos en su perfil durante algún tiempo. Esta foto puede ser también de alguna reunión familiar de celebración: mostrará así que es humano, y derecho, como todo argentino bien nacido.

El opositor que odia veía con agrado a Bergoglio, con mucha alegría a Francisco, pero cada vez que ve que se reúne con uno o una que no le agrada, piensa que Francisco es Bergoglio y que se vendió, porque si hay algo que es el opositor que odia, es cristiano, pero cristiano bien, católico, como antes, cuando se podía jugar en la calle y tomar mate sin que te maten por un celular o por diez pesos.

El opositor que odia maneja la filosofía de la justicia del modo más maniqueo posible: es justicia que maten a un ladrón, no es justicia que metan en cana a un asesino que mató a otro asesino, y así. Es justicia que le peguen a un chico por robar 100 pesos, y es justicia que una empresa evada cientos de millones de pesos y no suceda nada, porque esa evasión no le importa a nadie, y el ladrón le robó 100 pesos a un trabajador.

El opositor que odia piensa que todos los militantes son negros, roban, trabajan en el estado, se drogan y comen choripán como dieta única, al tiempo que considera que todos los militantes fornican animadamente para engendrar a otros militantes y que Cristina les pague por tal innoble motivo.

El opositor que odia quiere que no haya subsidios, pero cuando deja de haber parcialmente subsidios, siente que todo está peor o que fue tarde o está mal. El opositor que odia quiere que pase algo y cuando pasa, siente que está mal porque es electoralista o ahora ya es demasiado tarde y entonces alguien tendría que ir preso, porque sí.

El opositor que odia jamás le levantaría la mano a nadie, pero si ve que en las noticias mucha gente le pegó a alguien que robó, lo alienta. Llegado el caso de verse a sí mismo en una situación así en el mundo real, posiblemente sacará su celular para sacar una foto, luego dará una patada no muy fuerte y luego gritará algo referido a la justicia y a la piel de la persona que robó, para finalmente devolver en las redes sociales una odisea heroica en la que hará mucho más que lo que en verdad hizo.

El opositor que odia usa muchos, realmente muchos adjetivos, sobrenombres y juegos de palabras para dirigirse a la Presidenta o a cualquier persona del gabinete, por lo general, en primera persona, en una suerte de tribuna popular y/o lapidación pública.

El opositor que odia tiene buen pasar.

El opositor que odia, odia mucho, escribe enojado, es fácil hacerlos enojar más, simplemente, hablándoles bien, con corrección y amabilidad.

El opositor que odia considera que La Cámpora son todos bobos, Vatayón todos presos y las demás agrupaciones son La Cámpora, incluída Vatayón.

El opositor que odia no leyó bajo ningún concepto el anteproyecto del código penal, pero está abiertamente en contra y puede sostener una discusión prolongada, además de haber firmado en contra del mismo.

El opositor que no odia, puede convertirse en el opositor que odia.
Depende de todos nosotros y nosotras, terminar con ese flagelo.


1 comentarios:

Anónimo dijo...

JA JA

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