1986. EEUU.
Geraldo Rivera vendía en directo con una megacampaña de prensa, la apertura de las cuevas, las catacumbas de Al Capone.
¿Habrá cuerpos? Se preguntaba.
¿Habrá trampas? Decía.
¿Estará el tesoro de todo lo robado? Interrogaba con la complicidad del público y picos de rating.
¿Habrá trampas? Decía.
¿Estará el tesoro de todo lo robado? Interrogaba con la complicidad del público y picos de rating.
Y entonces tiraron abajo la pared, "LIVE" y descubrieron que detrás de eso, había una botella vacía y nada más.
Geraldo, arrinconado por el papelón, sugirió que quizás esa botella había tenido alcohol prohibido y que podría haber sido bebida o usada por un miembro de la mafia.
Cantó "Chicago, Chicago" y se fue del plano, perdiéndose en un hotel de mala muerte emborrachándose por la vergüenza y el papelón.
Cantó "Chicago, Chicago" y se fue del plano, perdiéndose en un hotel de mala muerte emborrachándose por la vergüenza y el papelón.
Al otro día tenía decenas de ofertas de trabajo.
Geraldo Rivera, era periodista.
No fiscal.
No fiscal.
Emoticono wink
Good show.
2 comentarios:
¡Me acuerdo! ¡Me quedé hasta tarde y creo que hasta logré faltar a la escuela por quedarme a mirarlo! (A Geraldo, no al fiscal; hay límite para todo).
Un comentario a esta nota sería tan largo que nadie lo leería. Y a mí me costaría escribirlo. Solo agrego que esa fiscalía tiene pendientes asuntos de suma importancia, como Hernán Arbizu, por ejemplo. Como Papel Prensa, por ejemplo. Y esto empeora lo que están haciendo en Santa Cruz.
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